César Quijada, fotógrafo lucense de 95 años: "Hace cuatro décadas de mis reportajes y me siguen reconociendo"
César Quijada Ruiz nació en Gijón, en 1930. Aunque aún conserva un acento muy asturiano, vive en Lugo desde sus 7 años y aún a día de hoy, a sus 95 recién cumplidos, sigue siendo reconocido por muchos lucenses que guardan en su casa los retratos, las caritas y los reportajes de boda o comunión que el conocido fotógrafo realizó para ellos. "Hace 30 o 40 años de esos reportajes y me extraña que me sigan reconociendo. Me dicen: tú eres César, o tú eres Juan José, porque como yo estaba al frente del retrato en el estudio me confundían con él. Yo cambié, pero a pesar de eso me conocen".
"Nací en la fotografía", afirma Quijada. Y es que el talento le viene de familia; tenía tres tíos fotógrafos, dos en Gijón y uno en Oviedo. Él mismo cuenta que uno de ellos vivía en el bajo de su edificio, por lo que él iba al estudio y allí "mezclaba en una botella los productos que se usaban antes para revelar los negativos y me daban una propinilla". Dice que en ese momento nació su afición por la fotografía, que más tarde lo convertiría en uno de los mejores del gremio en Lugo, e incluso en corresponsal de Televisión Española en la ciudad durante un tiempo.
"Llegué aquí con mis padres, en plena Guerra, con las manos en los bolsillos. Yo a la fotografía la quería y entré a trabajar en el estudio Juan José", explica Quijada. Cuenta que al principio le encantaba encerrase en el laboratorio experimentando con la luz roja e inventando métodos con la ampliadora. Poco después, ya entró en el estudio a retratar y se convirtió en el retratista oficial.
"Cuando yo empecé la fotografía estaba en su auge porque faltaban muchas cosas que hoy sobran. Teníamos gente continuamente". Además, el retratista cuenta que en su estudio contaban con una ventaja sobre los demás: "no usábamos película de 135 mm, sino celuloide de 6x9, por lo que podíamos hacer dos fotos juntas y además las retocábamos suavizando ojeras, comisuras, granos..." Los retoques, según Quijada, se hacían, como no podía ser de otra manera, manualmente, con un lapicero de punta fina. "Con la luz por detrás la traspasábamos al negativo y luego en él trabajábamos en los retoques, sin exagerar, no hacíamos el photoshop de ahora".
Todas estas novedosas técnicas que trajo a Lugo, el fotógrafo las aprendía en diversas convenciones que se organizaban junto a otros profesionales del gremio conocidos internacionalmente en Almería, Mallorca, Barcelona... Allí Quijada aprendía los métodos más vanguardistas en cuanto al manejo de la luz que provenía de los focos eléctricos o de los retoques en retratos, entre otros muchos.
"En época electoral los políticos venían todos a tomar la foto y hacíamos infinidad de reportajes de boda, cuatro o cinco cada fin de semana. También fotografiábamos grandes murales a paisajes, que se siguen viendo como decoración en muchos locales Lugo", recuerda Quijada.
Además, tantos años no están exentos de anécdotas inolvidables, como la vez que un cliente sin un ojo le pidió al fotógrafo un retrato en el que tuviese los dos. "El hombre se carteaba con una mujer y no se conocían en persona. Yo entré en el laboratorio y empecé a trabajar con la ampliadora, luego impresioné la cara del señor tapando el hueco, después impresioné esa parte, tapé todo el resto y dejé solo abierto el sitio en donde iba colocar el ojo. Finalmente el ojo pasó al otro lado, y la foto quedó bien, pero no sé como sería el resultado cuando se conocieron, el señor diría que lo perdió ayer", explica el profesional de la cámara entre risas.
Cabecitas
Una de las ideas del fotógrafo que más éxito tuvo siempre en la ciudad fueron las cabecitas de niños. "Hice cientos de ellas, seguirán estando en muchas casas", afirma él mismo.
Consisten, según el propio Quijada, en un montaje que se compone de 5 o 6 fotos de niños de 2 o 3 años con diferentes expresiones, que son las cabecitas. "Yo les hacía reír, tirarse de la oreja, y más cosas, y al final lo peor era hacerlos llorar. Al final aprendí que me funcionaba decirles a los padres que salieran y así ya no era culpa mía, ya no tenía que reñirles para que lloraran. Me volvía niño con ellos", recuerda, nostálgico, el retratista.
Fotos más modernas
"Antes todo era manual y hoy es todo automático. Hoy se suelen hacer fotos sin fotógrafo, y aunque hay buenas fotos digitales, nosotros gozábamos haciéndolas". César Quijada narra todos los cambios que tuvieron lugar en su ámbito profesional. Aún así, el retratista nunca ha parado de actualizarse y actualmente publica sus fotos en Facebook, utilizando la cámara de su móvil pero "en modo manual, yo ajusto la luz y demás parámetros", apunta.
"Antes hacíamos fotos y teníamos que cuidar el campo de enfoque, la luz, el diafragma (la luz que entraba al objetivo), la velocidad... Hoy todos esos ajustes ya los tienes hechos", afirma el fotógrafo. Recuerda también que antiguamente había que ser cuidadosos, ya que el material era caro y escaso. "Hacías un reportaje de boda pero había que esperar dos días para saber si había salido bien. Hoy haces la foto, ves que no vale y haces otra. En esa incertidumbre, ahí estaba el gusto de ser fotógrafo, porque luego lo disfrutabas, cuando sí salía", concluye Quijada.
