Tonete, el lucense que llegó a 'First Dates' "perdiendo por goleada" y acabó sorprendido por el punto G: "¡Madre mía!"
Antonio —o Tonete, como prefiere que lo llamen— es un rostro conocido en Lugo. Joyero y relojero de profesión, natural de Meira, y muy popular en la zona de As Fontiñas por regentar ahí su negocio, decidió dar un paso que pocos lucenses se atreven: buscar el amor a la vista de toda España en el popular programa First Dates.
A sus 56 años y conocido en Lugo como Mirlo, asegura sentirse "más joven de lo que marca el DNI" y acudió al programa con ganas de romper una mala racha sentimental que, según él mismo reconoció, ha venido acompañándolo desde hace tiempo. "No me he casado nunca. Soy el soltero de oro", confesó ante las cámaras. También admitió, con honestidad desarmante, que en sus relaciones anteriores "no estuvo a la altura" ni supo valorar a quien tenía a su lado.
Su objetivo, dijo, era claro: una mujer divertida, activa y con ganas de disfrutar. Lo que quizá no esperaba era que el programa le pusiera enfrente un reto desde el primer segundo.
Un flechazo… pero solo por un lado
Cuando Inma, una auxiliar de enfermería ourensana también de 56 años, cruzó la puerta del restaurante de First Dates, Tonete no pudo evitar un comentario que ya forma parte de los momentos más llamativos de la noche: "¡Dios, qué bombón! Tengo que remontar como el Madrid. Empecé perdiendo el partido claramente".
La primera impresión fue para él un flechazo instantáneo. Para ella… no tanto. Inma, tan sincera como directa, dejó claro desde el principio que lo físico pesa en su balanza. "No me importa que sea calvo, pero quizá la cara no es lo que yo me encuentro en un hombre interesante o guapo", admitió sin rodeos en su entrevista individual.
Aun así, la cena comenzó con educación, cordialidad y alguna sonrisa tímida. Pero las diferencias no tardaron en aflorar.
Diferencias de vuelo, de ritmo y… de romanticismo
Uno de los primeros temas en la mesa fue viajar. Y ahí volvió a aparecer una barrera inesperada. Tonete confesó algo que dejó a su cita boquiabierta: nunca ha subido a un avión. Todos sus viajes, explicó, los hace en coche. Inma, amante de coger vuelos y descubrir mundo, lo tuvo claro: "No lo va a hacer por mí, y a mí me encanta viajar", valoró más tarde ante las cámaras.
La brecha continuó cuando hablaron de romanticismo. Ella disfruta de las puestas de sol; él, en cambio, reconoció que "no le dicen nada". A Inma esto le resultó "poco romántico", reforzando su sensación de que no estaban en la misma sintonía.
Tampoco ayudó que Antonio, con su humor espontáneo, le pareciera "algo infantil", como aseguró la ourensana en una de sus intervenciones. Aun así, Tonete mantenía viva la esperanza: "Tiene un punto muy formal, pero también rebelde, y eso me gusta".
El momento más comentado: las zonas erógenas
La cita dio un giro inesperado cuando llegó la famosa dinámica de las preguntas íntimas. Inma fue completamente transparente al hablar de qué le enciende: "El punto G típico del clítoris", declaró.
Antonio no pudo contener la reacción: "¡Madre mía! Me encanta", exclamó, entre risas nerviosas y aspavientos que hicieron sonreír a Sobera. La escena se convirtió en uno de los momentos más comentados de la noche, y mostró a un Tonete sorprendido, divertido y claramente interesado en seguir conociendo a su cita.
Entre bailes, expectativas y una decisión inevitable
Ya en el reservado del programa, la pareja compartió unos minutos más distendidos: música, baile, algún abrazo y un clima más amable que el que habían tenido en la mesa. Tonete, que desde el inicio "partió perdiendo por goleada", como él mismo dijo, quiso apurar sus opciones: "Quiero una segunda cita porque es muy guapa, encantadora y me lo pasé muy bien", afirmó convencido.
Pero la respuesta no fue la que esperaba. Inma, fiel a su criterio, cerró la puerta a un futuro común: "Creo que no encajamos", sentenció.
Un lucense que no pasa desapercibido
Pese a no llevarse el sí que soñaba, Tonete dejó huella en la audiencia. Su naturalidad, su humor y esa mezcla de timidez y desparpajo hicieron que muchos lucenses se reconocieran en él: amable, cercano, auténtico y con un punto entrañable.
Quizá el amor no apareció en televisión, pero la experiencia le sacó brillo —como buen joyero— a una faceta suya que no todos conocían. Y quién sabe: a veces, los focos no dan una pareja… pero sí nuevas oportunidades.


