Peor que un dolor de muelas

Una persona con dolor de muelas. PIXABAY
Una persona con dolor de muelas. PIXABAY

Para el ser humano, para el homínido pensante y a la par, parlante, se hace necesario vivirlo para valorarlo. Es como equis comida, si no la has probado no te arriesgues a decir a qué sabe.

Cuando escribo acerca de hechos concretos suelo hacerlo desde la experiencia, precisamente por eso, porque así puedo ser capaz de transmitirlo mejor, de lo contrario, si no lo experimento, tampoco puedo esperar que quien lo lea se meta en el papel, al menos no del mismo modo.

Una vez, un crítico acusó a Bukowski de escribir solo sobre las cosas que le pasaban y él, en una respuesta que suscribo como fiel lector y fan del insustituible escritor del caos, le respondía: Sí, tiene usted razón, lo hago porque tengo un talento innato para lograr que me pasen cosas constantemente. Con esa respuesta ni siquiera aludía, jamás lo hacía, a su talento literario. Lo hacía a la experiencia.

Diréis, no sin razón, que esto nada tiene que ver con el dolor de muelas. Y es cierto, pero es que en esta ocasión, el simple recuerdo de una buena odontalgia (en fino) hace que me quiera volver el dolor y no estoy preparado para su regreso, de eso estoy seguro.

La mente queda minada como los pastos tras la guerra, las neuronas viven en un campo de concentración dirigido por el Tercer Reich con mano de hierro. No piensan, no razonan, se vuelven locas. Se desquician. Y con ellas, su dueño. No se lo desearías ni a tu peor enemigo, es innecesario tanto dolor, basta con que le pase algo más suave.

Y de repente, me viene el viejo dicho, sabio y muy duro al tiempo. "Eres peor que un dolor de muelas". Imposible señores. Si realmente alguien pudiera serlo, ríase usted de Satanás, porque se queda en un simple aprendiz de cuidador de borreguillos. Al que se sacó esta frase de la manga no le dolieron realmente las muelas. De eso nada. No como pueden llegar a doler: no a nivel 15 en una escala de 10, burlándose de antibióticos, antiinflamatorios, ansiolíticos, analgésicos y de todo lo inventado e inventable.

Ahora, a Dios gracias, estoy en ese punto de que me ha pasado. Se ha ido. Pero no me fio. Como cuando sacaron a Jorge Javier de la tele y parecía que sería para siempre.

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