Opinión

Repetimos café

Le he preguntado a mi vecino cuánto tiempo dedica cada día a informarse sobre lo que sucede en el mundo de la política. Estábamos delante del desayuno en el bar, primero me ha mirado a mí, luego al televisor dónde se debatía la convalidación parlamentaria de la reforma laboral de Yolanda Díaz, ha tomado un sorbo de café, ha fruncido los labios y me ha confesado su impermeabilidad respecto del circo mediático en que se ha convertido algo tan importante como es el complicado acontecer de la legislación y la gobernanza de esta España nuestra. No dedica un tiempo ajustado como, por ejemplo, hace con el deporte, simplemente se queda con lo que rebaña de los platos ofrecidos por los medios de comunicación.

A mi amigo, jubilado, no le preocupan los términos de la reforma laboral pero, curiosamente, se ha quedado con la letra de la canción donde se asegura la inminente ruptura del gobierno Sánchez con sus socios parlamentarios. Y hemos hablado del sentido de cualquier asociación. Coincidimos en que el apoyo de una serie de partidos a la investidura o a los presupuestos de un ejecutivo no quiere decir que sean socios. En todo caso forman parte de un círculo de entendimiento, para esto y aquello, o de discordia para lo de más allá. 

Sin embargo él no conseguía entender las razones de los nacionalistas de tan diferentes signo ideológicos como PNV, ERC y BNG votando al unísono con PP y VOX contra una reforma —no la mejor reforma pero aceptable— promovida y peleada por la representante de Unidas Podemos, la principal mano tendida a los nacionalismos ‘teóricamente’ de izquierda. Ahí la explicación se me ha hecho más cuesta arriba. He tomado el cruasán y lo he partido. Para los sindicatos nacionalistas catalanes, vascos y gallegos, le he expuesto, el protagonismo de las dos centrales estatales, UGT y CC.OO., en este proceso les duele, pues los ha dejado sin voz ni voto y fuera de la foto final.

Y los de Ciudadanos, ¿por qué se suman al sí a la reforma laboral? –preguntó. Para que se les vea en la campaña electoral de Castilla y León –le respondí con ironía

Entonces, como un Manolito de Mafalda obstinado, empujan a los suyos al precipicio del NO, sin evaluar el descalabro que supondría tirar por la borda el esfuerzo realizado por los demás y mantener virgen la reforma de Rajoy. Una actitud de difícil negociación en el ámbito del consenso general.

Luego, partido a partido, los he sacado del plato. La actitud del PNV habitual asistente a los conciertos de la Patronal no se entiende. Excepto que en esta ocasión no pueden mostrar a su público un miserable dividendo ganado en esta partida. ERC se ha perdido en vaguedades como si el pacto no fuera a repercutir en Cataluña. Una vez más, cuestión de protagonismo al que empieza a sumarse la posible pérdida de votos en favor de los de Ada Colau, gracias al éxito de Yolanda Díaz. Y desde la soledad, y escaso valor en escaños, del BNG su negación solo se entiende, como le apunté al principio, por la presión de la CIG y también por el temor a que UP, ausente en Galicia, gracias a la política ferrolana tome cuerpo y les arrebate la representación en la capital del reino.

Mi amigo quedó relativamente satisfecho, pero seguía sin importarle un pimiento cuánto sucedía en el Parlamento y emitía el televisor. ¿Y los de Ciudadanos, por qué se suman al sí? —preguntó. Para que se les vea en la campaña electoral de Castilla y León —le respondí con ironía. Luego le razoné algún argumento más sobre la dificultad de un partido político para aceptar y sobrellevar la propia agonía. Decidimos repetir café.

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