Opinión

Los retos de Rueda

Ya lleva más de siete meses de presidente de la Xunta y ha pronunciado su primer discurso de fin de año. Tiempo y actos suficientes para medir el pulso de Alfonso Rueda en el nuevo cargo para el que, se supone, venía preparándose desde antes de aquella tarde gloriosa en la que Alberto Núñez Feijóo iba a dar el paso para presentarse a las primarias del PP y, luego de una verónica recortada al mejor estilo de Costillares, dejó al tendido con las ganas y el misterio para siempre. Después de aquel capotazo fallido, Rueda continuó, sin que ninguna ambición lo señalase, desempeñando su trabajo de hombre para todo en el Gobierno. Discreto, buscando el perfil gris que ni molesta ni crea enemigos y se subió al éxito del turismo xacobeo por si los tiempos eran llegados. Y llegaron.

Con el año nuevo su situación de ‘interinidad’, pronosticada por algunas fuerzas de su propio partido, debemos darla por concluida. En los mentideros se escuchó que «un presidente que hereda y mantiene el gabinete del anterior es por falta de proyecto propio». Quizás con buen criterio, Rueda prefirió lo malo conocido a lo mejor por venir, no obstante de legados tan desastrosos como los de sanidad, industria, creación de empleo y medio ambiente. De lo manifestado, tanto en el Parlamento gallego como en el discurso de fin de año, el horizonte de Rueda se muestra plano y fía el éxito y el aplauso a los peregrinos como fuente principal de futuro y riqueza. Es nuestro sol y playa del ministro Fraga. Con la mirada puesta en el Xacobeo-27 Rueda pretende afianzarse para sus primeras elecciones autonómicas en el 2024. Me temo que hace un cálculo excesivamente arriesgado y optimista, teniendo en cuenta que antes llegarán las municipales y las generales.

Según fuentes del PP, ya están trabajando en las de mayo con la esperanza de ‘subir en votos’. En la actualidad no gobiernan en ninguna de las grandes ciudades y en muy pocas de más de quince mil habitantes, tampoco en tres de las cuatro Diputaciones. Si el consuelo es más votos sin poder, el resultado colocará a Rueda y a su equipo contra la pared de la falta de renovación de los gastados mecanismos dejados por el personalismo de Feijóo. Por tanto, un reto complicado de cara a las generales para las que Rueda está poniendo excesivas sardinas en las ascuas del amigo senador. Tanto es así que la permanente cantinela de ‘Sánchez no nos quiere’ transmite una depauperada imagen a la ciudadanía, llamada a pensar que si todo depende del socialismo de Madrid poco valor tiene su gestión autonómica. Es más, si el senador Feijóo en diciembre-23 fracasa frente al presidente Sánchez la cuerda tensa de Rueda puede romperse sin remedio y perder la Xunta al año siguiente.

Tengo la impresión de que los retos de Rueda para los próximos veinticuatro meses miran más al calendario electoral que a las realidades cotidianas de Galicia. De ahí que su discurso de fin de año me sonara plano, surfeando sobre los millones de visitantes camino de la catedral compostelana, mientras seguimos a dos puntos por debajo de la media española en la creación de empleo, asumiendo estoicamente un goteo de dimisiones permanentes en los servicios sanitarios, mendigando subvenciones y prebendas para evitar el cierre de importantes empresas, rebajando impuestos a un puñados de ricos y negando la solidaridad a los menos pudientes… No lo tiene fácil el debutante y afable Rueda en los próximos meses y mucho menos si confunde los retos dejándose guiar por objetivos exógenos.

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