Opinión

Feijóo y sus circunstancias

A no ser que lo desvele en sus memorias, nunca sabremos por qué Feijoo dejó a las elecciones primarias compuestas y sin novio, ante el blanco altar preparado en un hotel de Compostela, con todos los barones de su partido invitados, dispuestos a apoyarle y aplaudirle. En aquel 2018 corrieron voces por las acequias augurando al presidente gallego el final de su posible ilusión por llegar a la presidencia del gobierno de España. Craso error. Feijóo ha demostrado sobradamente saber esperar y poner la ficha ganadora de la ruleta en el color y en el momento oportunos.

Sin embargo, visto lo visto en la no limpieza de las cloacas del partido por parte del joven Casado y su equipo, debemos suponer que Alberto prefirió dar un paso atrás y dejar que la sangre llegara al río lejos de su presencia. Ahora Casado está en caída controlada, no tanto como consecuencia de su incompetencia política, sino cómo víctima de la ponzoña heredada: dosieres, espionaje a militantes, pago de comisiones a familiares, corrupción, intrigas, prepotencia… Nada diferente a lo sucedido en los tiempos de Rajoy o de Aznar en los despachos de Génova, 13.

Ahora, tras el parto de los montes del miércoles, Núñez Feijóo es aclamado ante la encrucijada del futuro. El suyo y el del PP. Si al final accede a la presidencia del partido tiene por delante dos años muy difíciles. Primero, recomponer la organización, pasar la fregona como ya hizo en Galicia. Segundo, tendrá que hacer oposición desde Génova sin presencia ni en el Parlamento ni en el Senado. Unas bancadas, como se ha demostrado en la caída de Casado, repletas de señorías dispuestas a traicionar al más pintado si con ello salvaguardan sus escaños. Esto quiere decir que los mimbres con los que Feijóo deberá trenzar el cesto de la oposición inmediata no serán los suyos. Y, además, deberá poner en cuarentena cuantas adhesiones inquebrantables lleguen a su despacho.

Y tercero, cuando Pedro Sánchez convoque las elecciones deberá tener engrasada la maquinaria electoral de todo el Estado para no obtener un mal resultado frente a un líder socialista consolidado, quien ya ha dejado en la cuneta a Albert Rivera, a Pablo Iglesias y a Pablo Casado solo en el plazo de media legislatura. Feijóo, en este tiempo, también tendrá la obligación de noquear a Santiago Abascal, para demostrar y afirmar su imagen de político de centro derecha, razonable y dialogante. No sé si en el calendario de los dos próximos años han de caberle tantas obligaciones y salir ileso.

Sea como fuere, en la XV legislatura, lo más probable y natural es que lo veamos sentado en el sillón del líder de la oposición durante otros cuatro años. Y ahí, si la siembra ha sido eficaz, ha reconducido a su partido por los caminos del centro, se ha olvidado de las viejas matracas de la fracasada ETA, se aviene a renovar el Poder Judicial, hace propuestas constructivas, nos representa en Europa limpiamente con la cabeza alta, permite y participa del diálogo con Cataluña, presenta a la ciudadanía un proyecto de país… tendrá opciones de llegar a la Moncloa en la legislatura XVI.

Si las matemáticas no me confunden, para entonces Feijóo tendrá sesenta y siete años cumplidos. Será, por tanto, el presidente de mayor edad que pise la Moncloa, sus antecesores andaban por la cuarentena. Curiosa circunstancia personal. 

Comentarios