Opinión

Un muro en el consistorio

La alcaldesa abre la vía a convertir el balcón del concello en un escaparate reivindicativo

ALGUIEN DIJO una vez que desde la eclosión de las redes sociales ya se ven menos pintadas en los baños de los bares. Y puede que sea verdad, porque las ocurrencias más o menos trabajadas parecen haberse mudado a internet y lo que quedan en las paredes son garabatos y algún espontáneo poema. 

Pero lo que todavía no ha hurtado la democrática dictadura cibernauta son las pancartas reivindicativas, santo y seña de una generación crecida en la Transición y que aún conserva fieles seguidores entre los movimientos sociales que prefieren protestar en la calle a cliquear un ‘'me gusta'’. 

Ese ‘'pancartismo'’ fue además noticia esta semana no porque empezase una campaña electoral que se promete tan insulsa y pegajosa como un día de bochorno sino porque la federación vecinal, en connivencia con los gobiernos socialistas de Lugo, colocaron sendos carteles de su campaña ‘Lugo... Non Perdas o Tren’ en los balcones de las sedes de Concello y Diputación. 

A las puertas de la multitudinaria fiesta romana, quizá hubiese sido más acertado un ‘Lucus Augusti... Non deesset Vía XIX’ por aquello de la recreación histórica, aunque al margen de la justa demanda de buenas comunicaciones a las que todo pueblo tiene derecho, lo que llamó la atención no fue el contenido de la pancarta sino el soporte usado para colgarla. Los partidos de la oposición en el Concello, consultados por el portavoz del gobierno local, mostraron sus reticencias a la autorización de un cartelón en concreto y algunas fuerzas como el BNG no tardaron unas horas desde la colocación para pedir que la balconada consistorial se convierta en una especie de muro de Facebook donde cualquier colectivo pueda exponer sus inquietudes y demandas. 

Peor se lo tomó el portavoz del PP, Jaime Castiñeira, indignado por el permiso dado por el gobierno para la instalación de la pancarta vecinal, un cabreo en el que seguramente tendrá mucho que ver que el colectivo promotor de la reivindicación sea como una mala sombra que le persigue desde que se presentó como candidato a alcalde y a cuyos directivos llegó a tildar de "traidores" en la última comida del PP en la zona rural. 

Castiñeira no desaprovechó la ocasión para desacreditar al gobierno por esta autorización y hasta ironizó al proponer la colocación de nuevas pancartas para denunciar el incumplimiento de los acuerdos plenarios por parte del ejecutivo socialista. Además, lanzó dardos contra la federación vecinal al instar a colocar otro cartel con la frase ‘Non Perdas a Subvención’

Ante el revuelo montado por la utilización de la fachada del histórico edificio municipal, la alcaldesa Lara Méndez reaccionó ayer [viernes] explicando que la pancarta para reivindicar el tren no es la primera ni será la última que cuelgue del balcón del consistorio, con lo que abre así la vía a que se cree un nuevo escaparate reivindicativo en la ciudad. El problema es saber cuáles serán los criterios que regirán la autorización de cada cartel, el tiempo de exposición, si habrá varios a la vez y si puede darse el caso de que entren en conflicto. 

Porque pongamos que una determinada asociación o partido decide reivindicar la peatonalización de la Ronda da Muralla y otro colectivo de afectados se posiciona en contra. Si ambos logran recabar apoyos ciudadanos y solicitan colocar su cartel en el balón consistorial, ¿qué imagen se llevaría el visitante si ve sendas pancartas pidiendo una cosa y la contraria? 

O puede también ocurrir que Adega pida instalar un letrero contra la rotonda de Paradai, cuya construcción denunció ante la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil -entidad de la que recibe subvenciones aunque le moleste que luego se publique en los medios de comunicación-, y que luego los vecinos de la zona y usuarios en general pidan su cartel para defender una obra que costó más de 3,5 millones a las arcas públicas y años de espera para verla hecha realidad. 

El muro consistorial está pues abierto y, al igual que ocurre en las redes sociales con la proliferación de los trolles, lo que se le avecina al gobierno local es un cúmulo de contradicciones que gestionar y que no se sabe si conducirán a una apertura de las instituciones o al esperpento. Veremos.

* Artículo publicado en la edición impresa de El Progreso el día 11/06/2016

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