Opinión

Objetivo, salvar el campus

EN ESPAÑA SOBRAN universidades, según declaró hace unos días Pablo Iglesias, líder de Podemos y profesor de la Complutense. La suya sin duda es una opinión interesada, dado que la universidad pública centralizada vio cómo en dos décadas se multiplicaba la oferta tanto a nivel autonómico como a través de los centros privados, que se suelen adaptar mejor a la demanda del mercado de trabajo y que, a pesar del sobrecoste que suponen sus matrículas, aboca a muchos jóvenes y a sus familias a embarcarse en un gasto que creen que se puede rentabilizar en el futuro.

Hace unos días también escuché a unos tertulianos considerar como un error histórico la segregación en tres entidades que vivió la universidad pública compostelana a principios de los años 90, en teoría, para atender las demandas localistas de las dos principales ciudades gallegas.

La Universidad busca reinventarse ante la pérdida de alumnos y la tendencia centralizadora

Aquella decisión sin embargo fue aprovechada por ciudades como Lugo para impulsar un campus universitario y unas dotaciones que difícilmente habrían podido lograrse con una estructura centralizada como había entonces y que, de la mano de titulaciones de gran tirón como Veterinaria -ahora amenazada por la apertura de nuevas facultades en España-, creó una oferta educativa que llegó a conformar una comunidad universitaria con más de 10.000 personas.

Pero no sabe si fue la crisis, la proliferación de universidades o la falta de adaptación al nuevo escenario lo que acabó por reducir el alumnado a unos 4.000 estudiantes, un descenso que se notó no solo en las aulas y el entorno del campus, sino también en toda la ciudad. Aun así, el campus de Lugo ofertará el próximo curso un millar de plazas de primer año en las 18 titulaciones que se imparten en los ocho centros, aunque algunas de ellas puede que no lleguen a cubrir ni un mínimo de alumnado.

Ahora el reto es conseguir que tanto facultades, escuelas, centros de investigación y empresas del sector hagan piña para aprovechar sinergias

Por eso, ante el riesgo de que se acabe por cerrar facultades y titulaciones, el campus afronta el reto de reinventarse para sobrevivir, sobre todo porque las nuevas tecnologías están siendo aprovechadas por las universidades de renombre para ofrecer formación online. Así, en Lugo ya se ofrecerá a partir del próximo curso la posibilidad de cursar dobles titulaciones, una fórmula que llevan décadas ofertando las universidades privadas y que en el campus afectará a ingenierías tradicionales como agrónomos y forestales, además de a Ingenería Civil y a Geomática y Topografía. El grado de Ciencias de la Cultura se impartirá también de forma semipresencial, lo que abre la posibilidad a los trabajadores de ampliar su formación sin necesidad de cambiar su horario laboral. Esta opción seguramente permitirá superar los niveles mínimos de alumnado en esta titulación y dar estabilidad al profesorado.

Las becas para el pago de matrícula que ofrecen entidades como la Diputación también ayudarán a muchos preuniversitarios a decidirse por Lugo frente a la oferta de las grandes ciudades, donde los estudiantes ven más posibilidades de encontrar trabajo una vez acaban sus estudios.

Lugo ya ofrecerá a partir del próximo curso la posibilidad de cursar dobles titulaciones

Pero aunque estas medidas pueden ayudar a atraer alumnado, donde quieren echar el resto tanto la USC como las administraciones públicas para salvar la universidad en Lugo es a través del denominado Campus Terra, un plan estratégico con el que se busca dotarlo de "una identidad formativa y científica propia, que incremente su visibilidad y permita aprovechar todo su potencial para actuar como motor de cambio en su entorno".

La idea no es nueva, ya que la especialización del campus lucense hacia el sector primario es un objetivo que se ha perseguido desde que se creó en los años 70 el Colegio Universitario. Ahora el reto es conseguir que tanto las facultades y escuelas, como los centros de investigación y las empresas del sector hagan piña para aprovechar sinergias y, a la vez, dotar al campus de la fama que le permita una viabilidad no solo con la atracción de nuevo alumnado para grados y másteres, sino también para consolidar al personal investigador.

Como ocurre con cualquier contenido académico, la teoría suena bien, pero lo difícil será hacerla realidad. Hace unos meses un político instaba a que toda la sociedad lucense se implicase en hacer posible este objetivo, para que la universidad vuelva a ser un motor económico de la ciudad, como ocurría cuando los buses urbanos iban repletos de jóvenes con carpetas. Eso sí, no está claro cómo puede colaborar el ciudadano de a pie en esta tarea al margen de dar ánimos a quienes se ponen los birretes.

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