Opinión

La leche también nos duele

SI LE VA MAL al campo gallego, también le dolerá a las ciudades cuyo negocios viven en parte de ese sector primario. Eso lo saben bien los comerciantes o empresarios lucenses que ven cómo las ventas suben cada vez que repuntan los precios de la leche o cómo se resienten en situaciones de incertidumbre como la actual. ¿Pero quién tiene en realidad la culpa de que los ganaderos gallegos estén recibiendo menos de 25 céntimos por litro de leche y, en algunos casos, 18?

La respuesta no la tienen ni siquiera las organizaciones agrarias, aunque los dardos siempre apuntan contra las grandes empresas de distribución, que colocan en los lineales de los supermercados ofertas que acaban por convertir en más barata una botella de agua embotellda que un litro de leche.

Sin embargo, las distribuidoras se curan en salud ante las críticas de los ganaderos asegurando que es la industria la que les ofrece esas gangas, porque ellos no venden por debajo de coste, aunque sí reconocen que la leche es uno de sus tres productos reclamo para atraer clientes, junto con el detergente y el aceite.

¿Entonces, si el problema es que el precio debe subirse desde el origen, por qué no lo hacen los primeros compradores o las industrias? Los llamados contratos lácteos trataron de regular esta situación, con acuerdos de pago para garantizarles unos precios a los productores que impidiesen al menos que sus explotaciones entrasen en pérdidas. Pero el mercado parece difícil de regular y hubo empresas que renunciaron a mantener estos contratos ante la competencia de otras que tiraban los precios.

El fin del sistema de cuotas que tanto daño hizo en un principio a Galicia, pero que luego acabó por beneficiarla, no ha hecho más que agravar la situación, ya que la caída de precios se ha hecho más evidente desde entonces. Sin embargo, otras comunidades o países también afectados por el nuevo escenario no sufren tanto la depreciación y, desde las organizaciones de ganaderos, se culpa en parte de esta situación a los gobiernos central y autonómico, por no impedir que la industria se aproveche de la inestabilidad del mercado.

¿Pero cómo puede un gobierno evitar que los precios caigan? Hay quien considera que una labor de inspección más celosa por parte de la administración a esas industrias que menos están pagando a los ganaderos les haría cambiar de estrategia y respetar más los contratos en los que se garantiza un precio acorde con el coste del producto.

Sin embargo, lo que se cree que más favorecería la estabilización de precios en Galicia sería una unión de productores e industrias, liderada por la Xunta, y utilizando como arma principal la supremacía gallega en el sector lácteo, ya que la comunidad produce el 40% del total de España.

No es nueva esta reivindicación y es precisamente una de las que se plantearán en las movilizaciones que este mes ha convocado en diversas localidades de Galicia la plataforma en defensa del sector lácteo, después de la organizada hace unas semanas en Santiago. Los tractores saldrán de nuevo a las calles y carreteras como hace años, aunque en esta ocasión con un peligro añadido, la ley mordaza que permite imponer severas sanciones a quienes se salten la norma.

Durante estas protestas también se reclamarán ayudas a las administraciones para evitar el colapso de unas 3.000 explotaciones lácteas en Galicia, algunas de las cuales reciben incluso menos de 20 céntimos por litro, dado que con esos ingresos no pueden cubrir costes ni hacer frente a créditos. Ponen como ejemplo las medidas adoptadas por el gobierno francés para apoyar a sus ganaderos en el escenario de la libre producción, que acordó incrementar directamente el precio de la leche en origen mediante un pacto que tampoco está claro que cumpla la normativa europea sobre competencia.

El caso es que mientras los franceses se protegen e incluso son capaces de unir a productores, industria y distribución, en España y, sobre todo en Galicia, todavía estamos en la fase de la confrontación. Sin embargo, cada día que pasa está en riesgo la supervivencia de muchas explotaciones, mientras que otras no pueden modernizarse para ser competitivas ni tampoco contribuir al desarrollo económico de sus comarcas o capitales.

Lugo ya aprobó mociones en el Concello y la Diputación en defensa del sector lácteo, pero igual deberíamos pensar lo que nos jugamos los lucenses cada vez que compramos un cartón de leche de oferta.

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