Opinión

Dinero de todos y de nadie

LA DINÁMICA de algunas administraciones de habilitar partidas de gasto que a veces no se ejecutan tiene como tentación para el gestor de los fondos la práctica de intentar agotar los fondos como sea para que no se dude sobre su capacidad para elaborar presupuestos. Esta semana en el Concello se dieron a conocer dos iniciativas que bien pudieran incluirse en esa dinámina de gastar todo lo consignado, aun a sabiendas de que se roza esa palabra tan recurrida por los grupos de oposición, el despilfarro.

La primera tiene relación con el contrato para suministrar equipos de radiocomunicación para la Policía Local, una demanda reiterada por parte de los agentes que parece que se hará realidad en los próximos meses. El gobierno local ha querido echar el resto en este contrato, que supondrá un gasto de 240.000 euros, aunque lo que llama la atención es el número de equipos de radio que se comprarán, un total de 150, cuyo coste por unidad se estima en más de 600 euros. Teniendo en cuenta que la plantilla de la Policía Local es de poco más de 120 agentes, que muchos de ellos hacen labores de oficina y que en los turnos habituales de trabajo apenas hay una docena de agentes en la calle, resulta llamativo que en este contrato de suministro se haya decidido una compra tan exagerada de terminales, dado la mayoría permanecerán apagados.

El actual gobierno no comete ningún pecado, está siguiendo una costumbre que se ha enraizado y que consiste en tratar de ejecutar las partidas de gasto previstas, aunque a veces no haya necesidad


No fue la única inversión del gobierno local que suscitó las dudas sobre el control del gasto, dado que también se presentó esta semana una iniciativa para fomentar el reciclaje, contratada por el Concello a través de una empresa privada, que hizo recordar a otras campañas que desarrollan de forma altruista y gratuita algunas ONG o asociaciones. La campaña en cuestión se denomina '‘Reciclar na escola ten premio’' y consiste en animar a los alumnos de primaria a llevar sus juguetes usados al colegio para que luego sean entregados a Cruz Roja y se distribuyan entre aquellas familias necesitadas. Hasta ahí todo bien, porque este tipo de iniciativas ya las desarrollan asociaciones vecinales o de ámbito social o incluso clubes de moteros, como Lóstregos. Lo que ocurre es que la campaña en cuestión contratada por el Concello cuesta 12.000 euros, por lo que haciendo una cuenta rápida, con ese dinero se podrían regalar 600 juguetes nuevos a otros tantos niños necesitados de la ciudad o, directamente, dirigir esos fondos para emergencia social y dejar que sean los voluntarios de esas asociaciones los que se encarguen de la tarea de reciclar los juguetes.

La propuesta recuerda a una similar que le habían ‘vendido’ al gobierno local en 2014 y que consistía en un página web desde la que los lucenses podrían quedar para compartir coche en sus desplazamientos. Cuando desde la oposición se le recordó al ejecutivo que ese servicio ya lo ofrecían gratuitamente empresas como Bla Bla Car, se decidió cancelar esa iniciativa, a la que se iban a destinar 9.000 euros de las arcas municipales.

De todas formas, el actual gobierno local no comete ningún pecado, simplemente está siguiendo una costumbre que se ha enraizado en las administraciones y que consiste en tratar de ejecutar las partidas de gasto previstas, aunque a veces no haya necesidad. Un ejemplo: si un departamento gasta al año 10.000 euros en material de oficina, al año siguiente va a mantener ese nivel de consumo, aunque parte del material acabe arrinconado en el almacén, porque no vaya a ser que a alguien se le ocurra recortar esa partida.

El plan E puesto en marcha por el Gobierno de Zapatero en los inicios de la crisis fue el paradigma del fomento de esa costumbre de gastar como sea el presupuesto y en Lugo dejó ejemplos de obras inservibles, como un jardín en la Rúa Miguel de Cervantes en el que se gastaron 37.000 euros, y que quedó inacabado y convertido en vertedero por un mal cálculo del proyecto. Más cerca en el tiempo está el proyecto por el que se crearon dos campos de fútbol de arena en Sanfiz, que costaron 60.000 euros y sobre los en su día ya se especulaba que acabarían convertidos en un erial sin uso.

Capítulo aparte son los estudios, informes o planes estratégicos que se encargan desde la administración y que por su dimensión o resultado se podría calcular que cada hoja se paga a precio de oro. Claro que de este tipo de despilfarro tan descarado ya se suelen ocupar los jueces.

Comentarios