Opinión

Vacunados frente al anisakis

Si hay algo concluyente sobre el revuelo veraniego con el anisakis, es la escasa cultura marítima del país. La alarma, que algunos elevan a la categoría de campaña orquestada por intereses que buscan socavar el prestigio del producto fresco, me pilló el mes pasado en ámbitos mesetarios y, la verdad, no le hice mucho caso porque traía el aliño del descenso en consumo y precio de la merluza por estas fechas. Otra vez con lo mismo, pensé.
Todos los veranos ocurre lo mismo con la merluza: baja su cotización. Un motivo clave son las vacaciones, el cambio en los hábitos de consumo al dejar el hogar, la ‘ralentización’ de los mercados centrales y grandes superficies donde hacen el agosto los congelados y otras frituras de chiringuito que deben ansiar también los competidores de la merluza de Gran Sol.
Los pescadores se quejan pero, obviamente, la mejor cotización de la merluza de calidad se produce a final de año. No ahora. Atacarla por el anisakis es sospechoso. La mayor parte de alergias por anisakis en España se deben al consumo de boquerones en vinagre preparados sin precaución. ¿Condenamos la anchoa? Es claro que no. Además, el parásito aumenta su incidencia con la moda del consumo de pescado crudo. Anisakis es denominación japonesa pero tampoco es serio enfilar lo nipón solo por ello. Ni a la tortilla porque las patatas les resultan deliciosas a los escarabajos, los nemátodos y, últimamente, a la polilla guatemalteca.
Se necesita conocimiento, estudios sanitarios, no desinformación, ya que de congelados y productos alimenticios pésimos están los estantes llenos. Que la gente pueda visitar las lonjas, ver su pescado, como hacen Burela y Celeiro, es la mejor vacuna contra estas campañas.

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