Opinión

Lío de médicos en esta selva nuestra

Una jornada más, y es el pan nuestro de cada día, en esta falta de médicos y alicaída travesía con la que intentamos rematar el 2022 parece que no hay galenos. Como tampoco abundan los albañiles. Y si no que se lo pregunten a los residentes y comerciantes de la burelesa calle Rosalía de Castro, con los que me cruzo mucho y rara es la vez que no despotrican de los políticos, la falta de médicos o la escasez de operarios para rematar la obra. 

Y tienen razón en que nos hemos ido de vacaciones y regresamos con la vista puesta en los tres héroes que curran de sol a sol en el tramo del parque todavía humeando. Son buenos, pero son pocos, algo que también suele ocurrir con los médicos. 

Yo le tengo mucho respeto a esas profesiones. El albañil responde del suelo donde piso para no desequilibrarme y partir la crisma, y el médico o cirujano sé que estará ahí para recomponerme huesos y órganos si sucediera un mal paso. Por eso mismo trato de ponerme en su pellejo al levantarse temprano y saber que en la consulta de primaria esperan 60 o 70 pacientes con urgencias por medio, o una operación crítica de largas horas en el hospital. 

Si prestas servicio en una capital donde siempre hay un equipo médico más o menos estable y consolidado, y el callejear antes de intervenir son unos minutos, pues todo es más fácil. Pero si la plaza está en un solitario consultorio, donde no hay relevo, al final de una mala calle o carretera, siempre problemática y accidentada, las ansias de servicio público o de hacerse un nombre en el mundo de la medicina no son tantas. Aunque siempre puedes montarte un chiringuito privado o concertado, porque trabajo y pasta no te van a faltar, vista la precariedad de contratos y demás.

Médicos y personal sanitario hay, al menos es imposible que en Madrid no los haya en cantidad y calidad, pero todo se ha deteriorado tanto que cualquier cebollada o chiringuito político recibe hoy más atención que lo importante.  

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