Opinión

Cambios radicales

TIENE QUE ser duro levantarte un día y comprobar que te han cambiado la cara. Aunque Britney Spears haya firmado el consentimiento informado, algo punzante ha debido de experimentar en su cerebro medio segundo después de quitarse los vendajes ante el espejo. Tan joven, y por el camino de Renée Zelweger o de Tom Cruise, que se presentó en los Bafta con una jeta que parecía recién salido de la cama.

Son cambios radicales, pero ¿quien no ha experimentado algo así? Durante años gocé de conducir coches rápidos, hasta que un día me levanté con la sensación de no gustarme más el contravolante ni el punta-tacón en las curvas. El otro día me invitaron a probar un Dodge Viper SRT GT3-R en Hockenheim y, tres décimas de segundo después, ya sabía que lo que me pone es ir a un descenso de traineras como el de este domingo en Orio, a sudar 20 minutos. Aunque no esté para ir, ni pueda.

Como les habrá ocurrido a los del cambio de cara, lo importante es decidirlo por propia voluntad o gusto. En los goces colectivos, el método del Resu de sondear al público que paga es, casi, un acierto. Alguna mañana espero que muchos de los de Iron Maiden se levanten y digan que el próximo verano les apetece también ver en Viveiro el methal industrial de Ministry (Madrid Arena, 28 de julio y Barcelona Razzmatazz, 29 de julio). Al Jourgensen está más con los tiempos. Y por pedir que no quede.

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