Opinión

Atando cabos con Irlanda

El verano deja acontecimientos pesqueros relacionados con Irlanda que, para quien no crea en las casualidades, dan que pensar. Como sabrán, el espadero de superficie burelés Virxen da Blanca puede ir a juicio después de que una patrullera irlandesa abortase su marea a la caella para llevarlo a Castletown, donde se le ha abierto un proceso por cortar unas pequeñas aletas a estos tiburones, algo que la letra de la ley europea prohíbe taxativamente para no incurrir en ‘finning’ pero que nunca había sido considerado así en España o Portugal. Ni en anteriores inspecciones a este u otros buques se puso pega pues, lejos de matar peces y tirar cuerpos al mar, los aprovechan al máximo.
De momento hay una fianza de más de 300.000 euros depositada y el convencimiento de que todo se aclarará como una simple operativa a bordo pero la pregunta parece inevitable: ¿Por qué y ahora?
¿Estamos ante un ‘incidente’, el exceso de celo de unos inspectores, o hay más? El caso es que Irlanda estuvo en cuestión en julio cuando los palangreros de fondo —los de la merluza—, veían desplomarse el precio de sus capturas, apuntando desde el sector a una interesada alarma televisiva sobre el anisakis y a que había entrado por el aeropuerto de Zaragoza mucha importada de Irlanda, a precios que desincentivan a grandes superficies de comprar la gallega.

Se llegó a pedir incluso explicaciones por partidas durante la primavera que en el Punto de Información Fronteriza habían sido registradas a precios de 0,29, 0,27 o 0,30 euros el kilo. Al parecer, hubo error al contabilizarla y esa merluza pescada por Irlanda en Gran Sol habría llegado a los mucho más razonables precios de 2,54, 2,72 y 2,80 euros. Pero, como dice un armador mariñano, "entrar, entra moita de fóra".

Si esa inquietud llegó a oídos irlandeses, vía UE, no lo sabemos, pero hoy es fácil enterarse de todo, incluso si nuestros boniteros —hoy a la caella, que remedio—, se quejan del destrozo de los arrastreros pelágicos franceses e irlandeses en los bancos de bonito, en delfines, ballenas... Esto sucede hace varias costeras y uno de esos barcos irlandeses fue llevado a A Coruña en la pasada campaña del bonito, acusado de tener atún de aleta amarilla a bordo, el patudo para el que no disponía de cuota. Y sancionado.

Por todo ello, tómenlo como hilo informativo de periodista, no me extrañaría que nuestra amiga Irlanda, que lo es, además de un buen socio europeo, esté nerviosa con el Brexit y se haya puesto a actuar también, de ahora en adelante y mar por medio, ‘polo libro’. Así que ojo.
 

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