Opinión

Encuentros en la tercera fase

Nos flagelamos por la marabunta familiar del domingo como si fuésemos un país de chichinabo e inconscientes mientras miramos los pronósticos gimnásticos del sábado y  cuándo podremos salir a tomar la cañita. No se apuren en la autocrítica, por ahí adelante también los herederos de Churchill, por ejemplo, acaban de darse cuenta de que su Gobierno creía disponer de 547 millones de guantes, una cantidad considerable para enfrentarse al Covid-19, pero tan solo tiene 273 millones de pares. Si llega a pasar aquí, al responsable de contar deberían esconderlo como Kim Jong-un o montar una supercampaña viral como la de EE.UU. difundiendo ayer vídeos de ovnis mientras se agota el suelo en Hart Island, cerca de Manhattan, para enterrar a las víctimas del coronavirus.
El Pentágono mostró oficialmente imágenes de objetos voladores no explicados por nuestro conocimiento científico y captadas por pilotos de la US Navy. Ya habían sido filtradas previamente en las redes pero reconocerlas ahora es como si la basura espacial atraviesa la atmósfera Ibérica cual meteorito. 
No hay síntomas de Apocalipsis, ya hemos visto el fuego amenazando Chernóbil o abrasando Australia.  Hay quien cree que las cenizas han sido la espoleta biológica del coronavirus en China. Los jefes de gabinete parecen haberse quedado sin ideas más hepatantes para manipular el ambiente y, ahora mismo, todos deberíamos saber que lo importante es saber contar pares de guantes, mascarillas y que un adulto más tres niños son cuatro, no cinco. Lo de contar bien los test, sin necesidad de que nos repasen la lección en el extranjero también resulta bastante útil a efectos de la pandemia. Por lo menos hasta que sepamos curar el Covid-19 pues vemos que la receta es hoy dejar 15 días en puerto a la tripulación de un pesquero tras un positivo en prueba dudosa, como ha ocurrido con el Carla en Burela. ¿Cómo intentar comprender fenómenos aéreos más inabarcables si el remedio a los virus es huír?
Menos mal que la desescalada —desespeñamiento según un amigo— nos lleva a los encuentros en la tercera fase. Los de verdad, no de ovnis. Con alivio compruebo que mi peluquero, al darme cita la semana pasada para el próximo día 11, sí sabe contar. Será un encuentro sin testigos, un bis a bis de los muchos que nos esperan en la nueva normalidad. Aunque el futuro dependa en buena medida de la responsabilidad de cada uno, espero que los concellos acierten con las terrazas y la autodisciplina. Nos va la salud en ello.