Opinión

Los paraísos perdidos

Si huye de viaje estas Navidades, pasarían por su cabeza postales del Pacífico, selvas americanas o sabanas africanas; quizás una inmersión vital en la India frente al hastío que nos provoca el sucio entorno consumista, a ojos de los foros climáticos. Al 2020 le pedimos menos sentimiento de culpa por cataclismos que, parece, alimentamos.
Pero pruebe a comparar esos lugares con A Mariña, por ejemplo, en términos de la pesca o de la producción del aluminio, que tantos quebraderos de cabeza van a darnos. Descubrirá flotas asiáticas arrasando el Atlántico africano en régimen esclavista, mientras aquí se nos cae el pelo si aparece a bordo una aleta mal cortada. Comprobará que nuestra alúmina y aluminio son bastante más ecológicos que otros. Puede creerlo, pero busque datos recientes que no aparecen en los folletos turísticos: el aluminio chino se cuece con un 90% de electricidad procedente de quemar carbón (en Australia supone el 70%) y tan solo el 10% de energía hidroeléctrica. Mientras tanto, nuestra malévola industria europea lo hace con más de un 60% de hidroeléctrica, y otras fuentes renovables casi igualan al carbón y se pelean con la nuclear en el ránking de generación industrial. Incluso en España hemos conseguido hitos medioambientales como un día peninsular sin generación eléctrica con carbón. Ocurrió el pasado día 14. Nuestro megavatio es más limpio y caro, al igual que el aluminio primario mariñano, pero estamos en camino de cargárnoslo: ¡que contaminen ellos! El caso es lavarse la conciencia o, directamente, nuestro cerebro.