Opinión

Las recenas de las rebodas

CON el ajuar de las bodas me ocurre lo mismo que con el equipo de sonido de los coches. Me voy desfasando con los años. Por casa todavía circula un auto que tiene radiocasete para cintas y el siguiente llegó con rendija para cedés cuando ya no había vídeo nupcial en VHS. En los últimos hay que maniobrar con el teléfono y el Bluetooth, algo poco homologable si vas a escuchar a Manolo Escobar, al ser una tecnología nórdica con el nombre de un rey con espada enorme y así apodado por su diente azul, fruto de una infección infantil.

​Pronto me ocurrirá lo que a un viejo invitado que a los postres de un casamiento se zampó al toque su gran trozo de tarda helada: ‘Está fría a tarta de queixo!’, decía mientras la removía entre los dientes. Al próximo coche no sabré conectarme y a la siguiente boda a ver si voy. Que sea por la Santa Madre o por el Santo Louzao, que nos tiene cogido el punto. Las bodas, civiles la mayoría, van casi directas al banquete —los contrayentes suelen llevar tiempo conviviendo—, y hay que estar preparados para las rebodas y para el asunto temático. Te pueden pedir que vayas de castrexo, de indiano, de gallego o de orco de los anillos...¡Vivan los novios!

Comentarios