UN COMPAÑERO que eligió el oficio bancario sostiene que, tal como está montado esto, nuestra generación no tendrá pensiones como las conocemos hoy. No salen las cuentas, cotizamos con los ojos vendados. Suena a burbuja, como la de los pisos: Inviable y dura de arreglar.
Por un lado, el dinero necesario (no lo llamaría gasto) para las pensiones no para de crecer y en marzo supuso 8.947 millones. La mayoría son de jubilación y registran 26 meses de subida media, pese a la pobre media gallega y la exigua revalorización que fijó el Gobierno (el 0,25% que recomendó el FMI) porque los nuevos jubilados también han cotizado más. Será la tónica de los próximos años en un contexto de jóvenes que apenas aportan con sus contratos precarios, autónomos que tampoco se lo creen si no se aproxima su retiro y prejubilaciones de ‘lujo’ en operaciones empresariales que pagamos el resto. Y los fraudes, claro.
Como hay que aprobar presupuestos anuales, sus señorías prefieren los gestos de solidaridad con la calle o la gota china de las noticias hasta que reviente. Mi amigo lo tuvo claro al ver que hasta los europarlamentarios tenían ya un fondo de pensiones gestionado por una sicav de Luxemburgo.
