Opinión

Entre la luz barata y la hoguera

EL ANUNCIO del cierre de Alcoa en A Coruña y Avilés es la crónica de una decisión tomada pero sucesivas veces abortada con subsidios millonarios a la interrumpibilidad, como los que toca repartir para el 2019. Si no recuerdo mal, hace cuatro años la multinacional ya puso sobre la mesa del Gobierno un ERE para los 800 trabajadores de aquella época en ambas plantas .

El entonces ministro Soria planteó una reforma energética con 500 millones de euros y un sistema de subasta que nunca convencieron a las industrias electrointensivas que demandan un marco más estable y competitivo para su actividad. No ha sido posible por los cambalaches de la mal Entre la luz barata o la hoguera llamada ‘liberalización’ del mercado eléctrico y los bandazos en los apoyos a las renovables o a otras fuentes más tradicionales.

Recordemos que Alcoa es el mayor consumidor eléctrico de España y que el precio de la energía es aquí mucho más elevado que en Islandia o Arabia Saudita. Cuando se ha brindado un trato gubernamental ‘prioritario’, con altísimas compensaciones financiadas a través del recibo de la luz, el cierre en Avilés y A Coruña se ha desactivado.

Pero la espada de Damocles siempre ha estado ahí porque no dan dinero y a poco que el mercado del aluminio se deteriore, si llega mucho metal chino, ambas fábricas quedan en precario. Además, van para 60 años y sus hornos y cubas son mucho menos capaces y eficientes que los de San Cibrao, donde también se echan en falta más inversiones. Sobre todo si se anuncian beneficios récord como ha sucedido en los últimos tiempos en Alúmina.

La fábrica mariñana está fuera de peligro porque sigue sacando un producto de altísima calidad, no igualado en instalaciones más modernas, a pesar de que a Oriente Medio fueron desplazados ingenieros y técnicos de San Cibrao.

Eso y porque los costes de conversión, al tener al lado la fábrica de Alúmina, son muy bajos, por no hablar del transporte y aprovisionamiento con puerto propio, algo que permite a Aluminio cuadrar números o responder a altas demandas produciendo a tope. La gran incógnita —dando por descontado que siempre podrá hacerse con los bloques energéticos de interrumpibilidad más jugosos—, es hasta cuando durará la balsa de lodos rojos, los residuos generados al transformar la bauxita en alúmina.

En 2011 el director de la fábrica y actual presidente de Alcoa España, Rubén Bartolomé, dijo que tenía capacidad hasta 2025. De momento no se ha activado una posible ampliación y en los últimos años en que se ha introducido el gas natural la actividad de esta planta ha sido frenética, reportando grandes beneficios, por la alta demanda y buena cotización de la alúmina.

Pero ahora, tras desgajar su división de aluminio primario de la de tecnología avanzada y ante un 2019 en el que no se vislumbra una luz barata, más bien al contrario, Alcoa anuncia que baja el interruptor en plantas superadas, abocando a las plantillas a ‘encender las hogueras’ de alarma.

Es el prólogo a un tira y afloja a tres bandas, otra etapa de tensiones tras los recientes rumores de venta. San Cibrao no se vende ni cierra pero abastece de alúmina a esas plantas hermanas y compite en un mercado globalizado. No es ajena a lo que ocurra. Perder cientos de empleos en el noroeste de la Península empobrecería a todos.

Eso sí, Alcoa se desprendió de la transformación en Amorebieta (principal cliente del aluminio en placas de San Cibrao) y Alicante, despegando y han aumentado su producción. Claro está, para ello sus nuevos propietarios invirtieron en modernización y se especializaron en ciertos clientes y nichos de mercado.  

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