Opinión

Curas a la carrera

La noticia de la muerte de un canónigo de la catedral de Valencia en el banquete de la boda que acababa de oficiar puede considerarse accidente laboral, como el del cura congoleño fulminado por un infarto mientras misaba en la Nochebuena del pasado año en París. Murió joven y le esperaba una larga carrera pues los sacerdotes se jubilan hoy muy tarde y, por lo general, pluriempleados.
Los curas van a toda prisa; ya no es aquella plácida carrera en la que tocaban a uno por parroquia y disfrutaban del púlpito y la sobremesa. Ahora son ancianos a toda pastilla por esas carreteras de Dios, intentado resumir los evangelios en un tuit. No sé si habrá mucho tiempo ya para confesiones y en los últimos oficios en que he estado la tendencia es a abreviar. Curas jóvenes y no tan jóvenes han cogido recortes de los monologuistas televisivos y, para quedarse con los parroquianos y economizar en tiempo y calefacción acortan la misa. Uno recién llegado a nuevo destino mariñano incluso avisó: «Prohibido morirse en fin de semana, no hay tiempo para funerales». 
Las prisas, no la secularización de la sociedad, amenazan a la Iglesia, donde ya no surgen los Calderón de la Barca o Lope de Vega, sacerdotes con tiempo y calma para entregarse a la literatura, además de A Dios.