Opinión

¿Cuánta confianza permanece en la UE?

SABÍAMOS QUE el compromiso inglés con el proyecto de la Unión Europea era muy justo; nunca se implicaron a fondo. Su adhesión al mercado común fue controvertida ya en 1975 cuando el referendo movilizó a parte de la opinión pública a ‘resistir’ ante el superestado europeo que comandaban Francia y Alemania. La famosa foto del presidente Mitterrand y el canciller Kohl cogidos de la mano en Verdún para honrar a las víctimas de las guerras mundiales difícilmente hubiera podido tener como protagonista a una Margaret Thacher quien, sin embargo, empujó a favor del proyecto de la Unión Europea.

Olvidemos por un momento este arranque de delirios o la nostalgia imperial anglosajona, dejemos a un lado la ruina que trajo la tory Thacher al liquidar su industria (como desmanteló aquí Felipe González camino de Europa) o que los Mini los fabrica ahora la BMW. El caso es que los ‘brexiters’ remueven los fantasmas en la frontera de Irlanda del Norte y se disponen a aplicar el 'Reino Unido primero' en sus aduanas cuando aquí todavía tenemos caliente el tránsito hacia el euro de Rato que encareció el café, el pesado equipaje de una deuda que no para de crecer, un achicado sector lácteo que no es ni la sombra de lo que significó, en un país corrupto y de turistas. Muchos turistas y ricos comprando aldeas abandonadas.

Ya sé que los Erasmus han sido un éxito, tenemos trenes de alta velocidad y mejores coches; ahora no nos vuelcan camiones de fruta en la frontera ni apresan pesqueros todos los días pero, que renieguen ahora los británicos –siempre interesados en influir en Portugal o disfrutar de la costa Mediterránea, ávidos de sol, buena cocina y medicina- pone a prueba el rumbo de la Unión Europea. La muy cuestionada Theresa May no se ha calcinado en el número 10 de Downing Street como propios y extraños vaticinaban tras la caótica negociación de la UE y, en dos años, sabremos si su ‘arrogancia’ les condena a la irrelevancia en el mundo, si retrocede como auguraron 300 historiadores antes de votarse el Brexit o, por el contrario, es la dividida Europa la que se debilita y contrae. De momento, ha aparecido en el texto en inglés del acuerdo una piedra importante en el camino: Gibraltar. Cuando parecía difícil por el Ulster, desde Madrid parecen decir que así no por el Estrecho. Todo parece muy difícil y todavía no han empezado a correr los dos años para cerrar el trato.

El salto hacia lo desconocido también lo dimos aquí en sentido inverso al ingresar en el club europeo y, aunque el discurso es todavía tabú, no faltan reproches a la experiencia. En unas horas volverá a Celeiro Fernando González Laxe,  expresidente de la Xunta, catedrático de Economía Aplicada de la Universidade da Coruña y experto en pesca que hablará en las jornadas de los armadores de un escenario europeo muy sacudido por el Brexit, en un momento notablemente distinto al del momento de la adhesión española a la CE en la que él tuvo protagonismo.

Apuesto a que alguien querrá preguntarle por la ‘liquidación’ de aquella flota de los 300 de Gran Sol. Porque esa batalla perdida, a pesar de todos los caramelos de las subvenciones que vinieron después, todavía se recuerda así. Quedan un porcentaje muy inferior de merluceros, mucho más eficientes, eso sí, pero aquello se desmanteló igualito que los astilleros.

Por eso, aquí también necesitamos explicaciones a la pérdida de confianza en el proyecto europeo del que reniegan los británicos. Esto tiene más calado que la espantada de un socio que siempre tuvo un pie fuera y resignarse a todo tipo de mandatos por parte de los burócratas de Bruselas hacia los ciudadanos tampoco sería inteligente. Vemos como resurgen entre nuestros pescadores palabras que enarbolaban entonces: derechos históricos. Y desde el Reino Unido ya auguran que, si algo va a envenenar un acuerdo, es precisamente esa aspiración de la UE sin concretar de aguas a cambios de mercados. Otra vez a negociar. ¿Cuánto se podrá salvar en cuotas y acceso a las aguas? Y, sobre todo, en confianza. En dos años puede pasar de todo.

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