Opinión

Rafa, ¡Dios existe!

RAFA, Dios existe. Créeme, que te lo dice un ateo. Rafa es Rafa Ceresuela, uno de los mitos del Pontevedra y del fútbol español, buen tipo, capaz de marcarle al Celta el gol del ascenso a Primera División. Y no un día cualquiera, que fue un 14 de abril, no del 31, que eso ya sería demasiado, si no del 63, pero desde entonces celebro esa fecha por partida doble.

Fue el famoso gol del ajo. El Celta ya no tenía opciones, pero con tal de ‘ajoaguarnos’ el ascenso la directiva ofreció a sus jugadores prima doble para birlarnos lo que era nuestro. Nos valía el empate para celebrarlo en Pasarón la penúltima jornada de esa temporada 62/63. Resulta además que el Celta venía ese día primado también por la directiva periquita, 30.000 pesetas de las de entonces a cada jugador si ganaban. Imagínense. Polito marcó para el 0-1 en el primer tiempo.

Se nos escapaba la gloria a chorros cuando Rafa se sentó tras la línea de cal del fondo norte sobre una cabeza de ajo para atarse una bota que se le había salido en un lance con un defensa katangueño. Justo se reincorporó cuando se iba a botar un saque de esquina. Un policía armada dice a su fuerza: ‘Ahora Ceresuela va a marcar el gol del ajo”. Y así fue. Recalde centró el último córner del partido desde el banderín que une la grada de preferencia con la de Fondo Norte, Cantero despejó de puños, el balón llegó a la banda izquierda por donde transitaba Ferreiro, este la devuelve a la frontal del área, y desde allí, tal como llega, Rafa la golpea a bote pronto con todo el alma. GOOOOOLLLLL. Rafa lo celebró rezando en la basílica de la Peregrina y Pontevedra colocándolo a él en el santoral.

No le bastó con eso. Al año siguiente marcó el gol de la victoria al Madrid en la primera visita del imbatible pentacampeón de Europa a Pasarón. Aún faltaban dos años para que yo naciese, pero me acuerdo perfectamente. Entenderán ahora que le tenga una devoción especial.

Faltaban 2 años para que yo naciera, pero me acuerdo de todo

Rafa, tienes razón, Dios existe, que te lo dice un ateo. Este sábado dejé a mis hijos colocados con mi cuñada y mis padres y me fui con mi chica a pasar un fin de semana a la Costa da Morte en busca de una noche toledana. ¿Y sabes que pasó? Que el coche nos dejó tirado en Bertamiráns, justo al lado de su campo de fútbol. Dios existe, Rafa. ¿Sabes quien vive en Bertamiráns? Mi hermana Belén y mi cuñado José, que no me negarás que no son nombres bíblicos. Dejamos nuestro coche en un taller y seguimos ruta con el suyo hacia el ‘Fin del mundo’, que eso quiere decir Fisterra. Una ración de percebes, santiaguiños y lubina a la sal nos esperaban en ‘Tira do Cordel’. El problema era regresar a Pontevedra el domingo, que el lunes mi cuñado necesitaba el coche. Y en ese momento se me apareció la virgen.

-¡Ostias!, María, ¿sabes quien juega en Bertamiráns el domingo?

-No me lo digas. ¿El Pontevedra?, me contestó resignada.

Y entonces llamo a Serafín, el marido de Lupe, la presidenta.

-Sera, no sabes lo que me pasó... y le cuento la historia. Eran las doce de la noche y le oigo pedir a 7.000 kilómetros de distancia: «Señorita, otro daiquiri». El cabrón estaba en una playa de Santo Domingo.

-Tranquilo Xabi, me dice mientras me lo imagino tumbado bajo un cocotero, y sigue hablando. ¡Lupe! Xabi y María se han quedado tirados en Bertamiráns. ¿Vuelve alguien de regreso a Pontevedra tras el partido? Es que tienen dos maletas y...

No hizo falta escuchar más. Igual que él pidió otro daikiri en Santo Domingo pedí yo otro JB con Coca-Cola en Muxía. Y una vez servido levanté mi copa a la salud de Rafael Ceresuela Frías.

DISCUSIÓN POR UNA ZETA. La única discusión que tuvieron mis suegros fue culpa de Rafa. Él juraba que era Cerezuela y ella que no, que era Ceresuela. La disputa a cuenta de si era con ese o con zeta casi provoca un cese de la convivencia. Hace unos días se lo conté en el palco de Pasarón. Fue poco después de que en uno de estos artículos yo volviese a recordar mi descreimiento. Tras darme un abrazo me mostró una frase de su móvil que le enseñó su yerno, un marino. «El que no sepa rezar, que vaya por esos mares, verá que pronto lo aprende, sin enseñárselo nadie». Gran verdad.

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