Opinión

Las Ligas de Clemente

MI CHICA a veces no las piensa. ¿No se le ocurre decir el pasado martes, y con los niños delante, que los estudios son mucho más importantes que el fútbol? A las criaturas casi las traumatiza, que yo siempre los he educado en valores, y por eso saben que el fútbol es el inicio de la sabiduría.

Vale que al día siguiente era día de escuela, que alguno aún no había acabado los deberes y seguíamos a las once de la noche narrando a gritos el jugadón de Iniesta en el primer gol al PSG, pero eso no da derecho a confundir a los chavales, que van a pensar ahora que es más importante las matemáticas, la historia, las reglas gramaticales o el inglés que por ejemplo recitar de carrerilla la alineación del Pontevedra que el 28 de octubre de 1965 derrotó al Atlético de Madrid y se puso líder de Primera. Ya saben; Celdrán, Azcueta, Batalla, Cholo, Calleja, Vallejo... Yo a base de aprenderme esos endecasílavos he ido ejercitando mi memoria y no preciso bucear en google, que eso es un deshonor.

Por ejemplo, las últimas ligas del Athlétic. Ahora su perfil como entrenador ha envejecido mucho, pero a principios de los 80 Javier Clemente creó escuela. Fue el primero que desde el banquillo juntó los dos dedos índices en paralelo para indicar que los marcajes fuesen al hombre, como si sus jugadores saliesen al campo con grapadora. Ese gesto empezó a verse pronto en otros campos, y hasta en Tercera Regional mi entrenador se dirigía a mí del mismo modo. Hoy ya ha caído en desuso, pero entonces no eras nadie si no lo hacías.

También tuvieron imitadores sus declaraciones raciales, como en una arenga a los gladiadores, y así fue tallando su equipo, al modo de un bloque de mármol. Graníticos eran sus dos centrales, Goikoetxea y Liceranzu, sus dos laterales y el eje de medio campo, pero en la plantilla se distiguían también vetas de alabastro: los pases de De Andrés, los centros de Argote o el toque sutil y desganado de Manu Sarabia.

De esa Liga lo primero que recuerdo es un partido televisado en el Luis Casanova. Pitaba Soriano Aladrén, árbitro con apariencia de antiguo oficinista, de aquellos con bisera y manguitos para no emborronarse los puños de la camisa con el plumín. Pitó un penalti para el Athlétic y lo falló Dani. Después marcó el Valencia. La Liga se le escapaba. Por la onda corta escuchaba Tablero Deportivo desde El Salvador el jesuita Ignacio Ellacuría, mientras fuera sonaba una ‘balacera’. Un ayudante, temiendo por sus vidas, le preguntó si estaba todo perdido. ‘Aún hay esperanza. Noriega acaba de empatar en Mestalla’, respondió.

Y así llegaron a la última jornada de la temporada 82/83. El Madrid jugaba en Valencia. Le bastaba el empate. Al Athlétic solo le valía ganar en Las Palmas y esperar la derrota merengue. Tendillo al saque de un córner daría ventaja a los chés y el gol viajó en código morse hasta las islas. Clemente juntó de nuevo los dedos índices desde el banquillo y como si fuese una señal voltearon el partido. Del 1-0 pasaron al 1-5. Semanas después el Barça también le ganaría al Real la Copa del Rey con un cabezazo de Marcos y un corte de mangas de Schuster. El Madrid de Di Stéfano perdería ese año las cinco ‘finales’ que disputó, como aquella Copa de la Liga en la que antes de hacer el 0-2 Maradona amagó y Juan José empotró sus testículos en el poste de Agustín

Al siguiente año llegó el doblete, Liga y Copa. Clemente se creyó Dios y exigió desde lo alto de la gabarra que surcaba el Nervión el poder absoluto a su pueblo. Pero la época de los gladiadores llegaba a su fin. En Madrid cinco chavales alumbraban el mito de El Buitre. Y esa quinta cambió para siempre nuestro gusto y nuestro fútbol.

DE BILBAO A LA SELECCIÓN
Los últimos títulos del Athlétic llevan su firma, pero un personaje tan excesivo no podía tener un final discreto. En Bilbao acabó como el Ángel Caído, consumido por los celos a Sarabia. En la Selección también brilló al inicio. Un error de Salinas y un codazo de Tasotti le cortó el paso a las ‘semis’ del Mundial 94, y en la Eurocopa 96 dos goles anulados ante el anfitrión y una tanda de penaltis nos mandaron de vuelta. El final fue una espiral autodestructiva, buscando enemigos externos mientras Chipre nos sonrojaba por primera vez en la historia.

Artículo publicado en la edición impresa del diario del lunes, día 27 de abril de 2015.

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