Opinión

Dos ligas menos en Canarias

DICE EL obispo de San Sebastián que la masturbación es un acto violento. Fue escucharlo en la radio y empezar a sentir ganas de darme de hostias con alguien, pero tuve que conformarme con pagar doce euros para ver el combate entre Mayweather y Pacquiao, que según su eminencia reverendísima debía ser un sucedáneo de una película porno. Casi prefiero el fútbol, y en su defecto la masturbación, aunque el señor obispo me condene al fuego eterno. Hasta es posible que me lo encuentre allí dándole al fuelle de una caldera, que no descarto que también le gusten digamos que ‘los combates de boxeo’. Al menos en eso de dar ‘hostias’...

Antes del combate tuvimos el sábado sesión vespertina de fútbol. Da la impresión que habrá que esperar a la última jornada para conocer al campeón, aunque no es probable que esta edición supere en tensión dramática a las famosas ‘Ligas de Tenerife’ de principios de los 90.

La singularidad insular siempre la sentimos como muy próxima porque desde niños nos acostumbramos a convivir con el latiguillo horario previo a cualquier boletín informativo que emitían en la radio: "Son las dos de la tarde, una hora menos en Canarias". Después de aquellos maravillosos Tenerife-Madrid del estadio Rodríguez López también hizo fortuna la expresión "Dos Ligas menos en Canarias" al contabilizar los títulos de la sala de trofeos del Santiago Bernabéu.

Todo empezó con un azar del calendario. El Tenerife de Jorge Valdano, emblema del madridismo, recibía al Real Madrid en esa última jornada de la temporada 91/92. El equipo blanco necesitaba la victoria para conquistar el campeonato. El Barça dependía de un traspié de su eterno rival.

"¡A dónde carallo iba Buyo!", aún se lamenta Manuel Jabois

A mitad de esa campaña Ramón Mendoza había despedido a Radomir Antic para sustituirlo por Leo Beenhakker, entrenador de los mejores años de la Quinta del Buitre. Fue como un guiño al pasado. El problema era que cuando destituyó al técnico balcánico el Madrid era líder con tres puntos de ventaja. Aquello pareció una frivolidad impostada y ya despertó entonces algún recelo.

El partido lo vi en una bolera con pantalla gigante invitado por dos amigos de tuétano merengue. No les quise privar del placer de retorcerme, un pierde-paga. Me vi rodeado al instante de una turba de bufandas blancas y gritos de "No son españoles, son hijos de puta" cuando la tele ofreció en multipantalla la salida del Barça al Camp Nou. A los 20 minutos ya parecía todo decidido con el 0-2 de Hierro y Hagi. Me pedí un JB y miré mi billetera. El Madrid con esa ventaja no se deja remontar. Eso es patrimonio del Barça.

Y entonces llegó la locura. Quique Estebaranz acortaría distancias antes del descanso y mediado el segundo tiempo Rocha en propia meta ponía el 2-2. El local enmudeció. En una ventanita de la pantalla enfocaban a Núñez en el palco del Camp Nou, que se empezó a agitar en su asiento. Su buen dinero le había costado aquella remontada.

Poco después el apoteosis. Sanchís apurado por la presión de un rival da un pase atrás de 40 metros. Buyo dibuja un paradón para impedir el córner pero a cambio de dejársela muerta a Pier que pasaba por allí para sentenciar. 3-2. El realizador seguía jugando con la ventanita en multipantalla. Mendoza no paraba de fumar y Núñez de repantingarse en el palco.

Aquel partido y aquella jugada acabó con un mito del madridismo, su infalibilidad en las grandes citas ligueras. Nadie lo expresa mejor que Manuel Jabois: "¡Pero a dónde carallo iba Buyo!", llora aún sobre el mostrador de cualquier tasca de la Plaza de la Verdura cada vez que recordamos aquella tarde tinerfeña.

El impacto fue tan brutal que cuando se sorteó el calendario de la siguiente temporada y volvieron a quedar emparejados Tenerife y Madrid en la jornada final se abrieron apuestas. El Madrid volvía a depender de sí mismo, pero necesitaba ganar. Esta vez ya no me invitaron a la bolera, y vi en casa de mi chica como Dertycia de cabeza encarrilaba el partido. 2-0 y de nuevo la Liga para el Barça, aunque en esta ocasión, justo es reconocerlo, Gracia Redondo les birló dos penaltis. Hierro se lo recordaría en cada partido: "No sabes como jodernos, eh!".

Artículo publicado en la edición impresa del diario del lunes, día 04 de mayo de 2015.

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