Opinión

Vender humo

ANTES DE reunirse con el Rey en Marivent y constatar que continúa el bloqueo a la investidura, Pedro Sánchez lleva unas semanas de frenéticas reuniones con colectivos sociales, desde ecologistas, organizaciones feministas, hasta los representantes de la España vaciada. A todos les ha contado las enormes ventajas que supondría el que un Gobierno efectivo pusiera en práctica el gasto social que, casualmente, alcanzaría para todos. Incluso, cuando menos lo esperaban, los representantes de la plataforma Soria ya o Teruel también existe oyeron de boca del presidente en funciones la oferta de enviar a localidades en riesgo de despoblación determinadas administraciones del Estado. Los afectados pasaron del estupor al escepticismo nada más terminar la reunión. España es un país descentralizado, con comunidades autónomas, diputaciones y municipios que, oficialmente, deben a acercar la administración al ciudadano y cuya existencia cuesta miles de millones al erario público.

La política en España vive tiempos de egos encendidos y piel fina, donde los rencores personales modulan la vida pública mucho más intensamente que el sentido de Estado o el interés general. Mientras, se acerca la fecha del veintitrés de septiembre y las fotos de los saraos en Marbella, o en Palma de Mallorca o en Cádiz sustituyen los necesarios encuentros entre los dirigentes políticos que tienen la llave de la gobernabilidad. Por que si algo ha podido constatar Sánchez en sus encuentros sociales es que el bloqueo está colapsando servicios imprescindibles.

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