Opinión

Un poco de respeto, por favor

Que las fuerzas políticas hayan convertido el homenaje a Miguel Ángel Blanco en objeto de batalla partidista es el último dislate en este caluroso verano. Manuela Carmena se equivocó y rectificar es de sabios. No se merece la campaña de difamación que se ha vertido contra ella ni las gruesas descalificaciones incluso de algún miembro del Gobierno.

Miguel Ángel Blanco fue un pobre concejal de Ermua, sin ninguna relevancia política a nivel nacional, una víctima más, como todos los seres humanos a los que Eta arrebató la vida. Pero su secuestro, el vil chantaje al Estado de los terroristas y su asesinato anunciado por las manecillas de un reloj, despertó la conciencia de una ciudadanía sumida en el miedo y la indiferencia que acaban provocando los atentados sucesivos.

La rabia echó a la gente a la calle. Se llenaron plazas y avenidas de gritos de repulsa, de basta ya. Las sedes de HB tuvieron que ser protegidas por la Ertzaintza, ese cuerpo de policía autonómica que se situó también en la diana de sus pistolas. Los dirigentes de esas siglas ‘hermanas’ de Eta sintieron por fin la sensación de temor y la confirmación de que, incluso en Euskadi, habían perdido el favor popular o que se les había perdido el miedo.

Carmena y Maestre tuvieron el digno gesto de ir a la conmemoración que el PP, en solitario, celebró ante la Casa de la Villa. No había sido invitada. 


El sanguinario Txapote no fue capaz de rematar a Blanco en el suelo y lo abandonaron agonizante para extender aún más su vileza.

Esta es la historia de una de las víctimas de Eta. Las demás merecen el mismo respeto e idénticos homenajes, pero ahora se cumplen veinte años de la ejecución de un chico de veintitantos que militaba en el PP. Si la clase política no es capaz, por un día, de dejar de lado las ideologías y las siglas para rendir un homenaje, es que no han entendido nada.

No han aprendido de la maravillosa lección de civismo y democracia que dio hace dos décadas el pueblo español de norte a sur.

Si Eta ha desaparecido de las vidas de todos nosotros no ha sido solo por la brillante labor de los cuerpos y fuerzas de seguridad, la sociedad les había expulsado desde ese fatídico 12 de julio de 1997. Ni los alcaldes de Podemos pueden ampararse en su juventud (como es el caso del de Cádiz) para negar la historia ni el Partido Popular puede ahora convertir a Miguel Ángel Blanco en su mártir particular. Ni él ni la ciudadanía española nos merecemos esta falta de respeto.

Menos mal que Manuela Carmena, acompañada por Rita Maestre, tuvo este miércoles el digno gesto de acudir también a la conmemoración que el Partido Popular, en solitario, celebró ante la Casa de la Villa. No había sido invitada pero fue. Hay dramas con los que no se juega.

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