Opinión

Monólogo en Yuso

PEDRO SÁNCHEZ ha conseguido reunir en el monasterio de Yuso, en San Miguel de la Cogolla, a todos los presidentes autonómicos (excepto al irredento Quim Torra). Era la primera cumbre presencial tras el confinamiento y se trataba de debatir el reparto de los fondos de Bruselas. Pese al interés de la cuestión, dada la perentoria necesidad de fondos de todas las CC.AA., hubo las reticencias de rigor y los presidentes del Partido Popular pusieron pegas sin cuento. Incluso una, la madrileña Diaz Ayuso, amenazó con no asistir. El pacto previo con Urkullu, que permitirá a Euskadi un déficit del 2,9% y una deuda pública del 15,6%, provocó protestas generalizadas del resto de asistentes, pero Sánchez logró el objetivo de sentarlo en la sala, dejando en evidencia a Torra.

Pero Sánchez, que recibe entusiastas aplausos de los suyos allá donde va, se ha creído su propio monólogo

Precisamente, los empresarios del sector turístico tan castigado en Cataluña, le reprocharon a su presidente que no estuviera allí para defender sus intereses. Así que, una vez sentados todos en la sala del precioso monasterio, comenzó el monólogo de Pedro Sánchez que empezó recordando a los presentes que unidos todo saldrá mejor, que los fondos europeos los va a gestionar él personalmente y que, desmintiendo su pacto previo con Urkullu, todas las autonomías van a ser tratadas por igual. Recordó que antes de su llegada al Gobierno habían existido regiones de primera y de segunda y que los fondos europeos iban a corregir esa discriminación.

Mencionó al omnipresente Iván Redondo como el otro responsable del reparto, con quien tendrán que negociar los planes de inversión y los proyectos de gasto. Es decir, al final, todo se va a decidir en Moncloa donde sentenciará qué proyectos merecen la pena. El compartir la gestión consistirá en un "yo propongo y tú me dejas". No quedaron muy contentos los presidentes del PP, pero tampoco salieron felices algunos de los socialistas. El desplome del PIB de un 18,5% en el último trimestre es un dato que no se recuerda en los últimos cincuenta años. Y, pese a las optimistas perspectivas que Sánchez intentó trasmitir, el futuro, con o sin unidad de los participantes en la cumbre de Yuso, pinta negro.

Los datos de desaceleración de la economía son mucho peores que los de nuestros vecinos europeos como Francia, Italia o Alemania. El confinamiento hizo perder una cuarta parte del PIB español y el coste del paro de la producción ha supuesto la pérdida de unos trescientos mil millones de euros. Si a esto se le suman los preocupantes datos del incremento de los contagios y las pésimas perspectivas/realidades del sector turístico (la principal industria nacional), hay pocos motivos para el optimismo.

Pero Sánchez, que recibe entusiastas aplausos de los suyos allá donde va, se ha creído su propio monólogo.

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