Opinión

La tregua

Norteamérica y Europa se necesitan y solo desde un populismo ultranacionalista se puede negar la evidencia

Una conversación telefónica entre el presidente Biden y su homóloga de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, ha abierto una tregua de cuatro meses a los aranceles impuestos al aceite y al vino español. El tema es de una importancia colosal (que diría Mariano Rajoy) para dos sectores claves de la economía agrícola española ya que supone un quince por ciento de sus exportaciones.

Estados Unidos, concretamente, es el mayor mercado del mundo para los productores de aceite de oliva, que vendieron más de ciento cincuenta mil toneladas antes del castigo de Donald Trump. Solo en el primer trimestre de 2020 la cantidad total de toneladas exportadas se redujo un cuarenta por ciento. Para sortear el veto y no perder mercado en EE .UU. los olivareros se vieron obligados a comprar aceite en otros países de la cuenca mediterránea y envasarlo en España, mientras los excedentes de producción seguían creciendo y el precio bajando. Si a ello se le suma la crisis en el mercado nacional provocada por la pandemia, se comprenden las rogativas del sector para que Donald Trump no repitiera en la Casa Blanca y su impaciencia para que Europa comenzara a negociar con Biden, incluso antes de confirmar su mandato.

Otro tanto podría contarse de los viticultores españoles, que se vieron obligados a asumir el sobrecoste del 25% del arancel en el precio de cada botella vendida, para que no repercutiera en el comprador y así no perder mercado. Toda la historia comienza con las ayudas ilegales de Europa a Airbus contestada casi simultáneamente con similares aportaciones de EE .UU. a Boeing. La OMC autoriza imponer aranceles por ambos lados y Trump encuentra la excusa perfecta para su política ultranacionalista. El castigo no se limitó a España, aunque fue una de las principales perjudicadas; el vino francés también sufrió su penalización.

Si a esto se le suma la falta de simpatías mutuas de las principales economías europeas con la Administración Trump, su salida del Acuerdo de París contra el cambio climático, los conflictos por la aportación a la Otan describen una relación que puede calificarse de: mala. Y esto afectó gravemente a ambos sectores agrícolas que ahora ven entreabrirse una puerta al fin del conflicto.

La tregua de cuatro meses implica el comienzo de una negociación que comprende factores tan ajenos como las relaciones con China e incluso con la URSS de Putin. No va a ser fácil, hay muchos intereses económicos en juego y muchos otros sectores castigados también por el ultraproteccionismo de Trump. Aun así, evidencia el regreso de la Norteamérica de Biden al multilateralismo y a las buenas relaciones tradicionales con Europa. Los dos se necesitan y solo desde un populismo ultranacionalista se puede negar la evidencia.

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