Opinión

La ley del péndulo

A pagadas las bravatas, las amenazas altisonantes y los chantajes, el pacto de las derechas ha conseguido arrebatarle al PSOE, y a los restos de Podemos, gran parte de los ayuntamientos que consiguieron hace cuatro años. Entre ellos, Madrid. Como una profecía auto cumplida, ni Villacís sustituirá a Carmena, ni Maragall va a poder poner en práctica su plan de convertir Barcelona en punta de lanza del independentismo, ni en la capital de la futura república. Es la ley del péndulo: el PP , que no conseguía gobernar por falta de apoyos, ha encontrado en Ciudadanos el aliado perfecto para recuperar poder territorial y, con él, un salvavidas para Pablo Casado.

Lo más inexplicable es que Albert Rivera a quien quiere derrotar, sustituyéndolo como líder de la oposición, es al dirigente del PP a quien, ahora, acaba de consolidar. En política, cuando se echa un órdago y no se mantiene se acaba pagando. Que se lo digan a Pedro Sánchez y su "no es no". La apuesta perdida por imponer a Begoña Villacís en el sillón de mando de la capital es una derrota sin paliativos para Rivera y un desprestigio para la formación naranja. Si a esto se suma que han tenido que ser los votos de su candidato en Barcelona, Manuel Valls, quien, con un sentido de Estado no compartido por Rivera, ha evitado que los independentistas (la bestia negra de Ciudadanos) ocuparan Barcelona, la derrota es doble.

Por mucho ardor dialéctico que le imprima a sus intervenciones en el Congreso de los Diputados, intentando sustituir a Casado como líder de la oposición, es una batalla perdida por la pésima gestión de los pactos municipales y autonómicos. Por no hablar de los melindres con Vox para acabar aceptando sus votos. La investidura de Sánchez, que deberá contar necesariamente con la abstención de ERC, va a suponer el nuevo culmen de las exigencias de compartir sillones. Si Pablo Iglesias recuperó la esperanza ante la cesión de Ximo Puig, en Valencia, que entregó a Podemos una vicepresidencia a cambio de sus votos, el escasísimo poder municipal conseguido se lo pone ahora difícil.

Hay un amplio sector del PSOE a quien el Gobierno de coalición, compartido o de colaboración, produce un rechazo insuperable. Temen que el experimento, con un Pablo Iglesias crecido en su sillón ministerial y con nula predisposición a actuar de forma colegiada, acabe llevando al socialismo español al papel de irrelevancia que tiene en las democracias europeas.

Lo que sí parece claro es que los cuatro años de legislatura que ahora comienzan no van a servir para efectuar los cambios legislativos imprescindibles (sin mencionar una reforma constitucional), dado los frágiles apoyos con que cuenta Pedro Sánchez; más aún si sienta a Podemos en el Consejo de Ministros.

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