Opinión

A los contagiados se les prohíbe votar

POCO IMAGINABAN Urkullu y Feijóo que, en este segundo intento de celebrar las elecciones, se iba, nuevamente, a interponer el maldito coronavirus. Pero se da la paradoja de que, en las decenas de nuevos brotes que están surgiendo por doquier en toda España, dos de los más importantes afectan a Galicia y al País Vasco. Este dato, y el hecho de que la OMS ha reconocido (y le ha costado), a instancias de la comunidad científica internacional, que el virus permanece en el aire y más en los lugares cerrados, hacen temer una alta abstención. Para acabar de complicar el panorama, ambos presidentes han decidido, a cuarenta y ocho horas de la votación, prohibir el sufragio a los infectados. Decisión de dudosa legalidad y que pretende apoyarse en un resolución de la Junta Electoral Central que simplemente ordena que los comicios se celebran pese a los rebrotes.

La mezcla de miedo al contagio y a la abstención lleva a que se hayan autorizado incluso mesas electorales al aire libre en algunos colegios. O que en otros sus miembros se protejan tras una mampara de metacrilato y sin llegar a tocar el DNI de los votantes. Así que las deserciones entre los candidatos a formar parte de las mesas son constantes. Y más aún si no tienen forma de saber quién está infectado y quién no. Porque la prohibición de salir de casa a los contagiados resulta poco práctica dado que se extiende a aquellos que se levanten con fiebre o tos. ¿Y eso quién lo controla?

Para acabarlo de arreglar, la consejera vasca de salud, Nekane Murga, justificó la medida porque tampoco podrán ir a votar los tuberculosos, los que hayan sufrido una fractura de cadera o un infarto en los últimos días. La obviedad resulta hasta ofensiva. Porque lo cierto es que en Galicia, en concreto, este viernes 250 ciudadanos estaban contagiados de Covid 19, un número mayor que cuando el presidente Núñez Feijóo suspendió los comicios del cinco de abril. Las citadas dificultades para acudir a los colegios electorales, si bien no es previsible que modifiquen el resultado electoral, sí pueden servir de excusa a los que se perfilan como los grandes perdedores: el PP y Cs en el País Vasco. El popular Iturgaitz, al que hace tiempo que se le pasó su oportunidad política, no ha levantado cabeza en las encuestas, y la compañía de Cs todavía le puede restar más votos.

Tampoco van a salir bien parados los candidatos de Pablo Iglesias, al que la campaña ha servido para desviar la atención del famoso teléfono robado con las fotos comprometidas. Las confluencias de UP se van esfumando, castigadas por las disensiones internas y las purgas. Pero ni siquiera unos pésimos resultados, pondrán en peligro el liderazgo de hierro de Iglesias. Lo inviable era un nuevo retraso de los comicios que, de celebrarse en su momento procesal —el otoño— hubiera sido todavía peor, dado que el panorama económico es cada vez más tétrico y la pandemia puede recrudecerse.

Comentarios