Opinión

Eterna tarde de domingo

Un hombre dormita en un parque. EP
photo_camera Un hombre dormita en un parque. EP

En Máquinas como yo, Ian McEwan imagina unos años 80 ucrónicos en los que existen androides plenamente funcionales que, entre otras cosas, el comprador puede programar a su gusto. Desde ahí, analiza la materia de los vínculos humanos, arroja una serie de dilemas morales y explora la relación que tenemos con la vida a través de nuestra capacidad de decisión y del control de nuestra propia personalidad. 

El caso es que lo que más recuerdo de la novela es su visión de un mundo donde casi todo el trabajo queda a cargo de robots, con lo que la principal preocupación de la gente es qué hacer en todo el día. En esta línea, he escuchado ya teorías socioeconómicas que sostienen que la automatización de los empleos llevará a que compense que la mayoría de ciudadanos tenga una paga pública en lugar de trabajar. 

Matar el tiempo –qué expresión– puede ser complicado. Los domingos por la tarde lo demuestran. ¿Tenemos suficientes inquietudes como para ocupar una mente ociosa? ¿Tendría razón mi padre cuando me decía que era necesario ir al colegio para luego saber cuándo se está de vacaciones? Y surge la cuestión de pasar horas con uno mismo. ¿Nos caemos lo suficientemente bien como para llevarlo sin problemas?

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