Opinión

Apocalipsis personales

CREO QUE todos hemos visto, oído y leído suficiente cultura popular como para haber fantaseado alguna vez con nuestro escenario posapocalíptico preferido. De crío, el cómic Superviviente –en el que un chaval tenía que apañárselas solo al ser el único inmune a un virus que ha arrasado la humanidad– y la película El último hombre... vivo –en la que Charlton Heston insistía en ser un héroe mesiánico en un mundo desolado que solo comparte con una secta fundamentalista de mutantes albinos– me dejaron obsesionado con la idea de ser el último ser humano sobre la Tierra. Ya me veía asaltando supermercados a capricho, adueñándome de la ciudad vacía y viajando en coche en pos de otros rastros de vida. Por lo que sea, lo primero que imaginaba era allanar tiendas de deporte para hacer acopio de camisetas de fútbol. Supongo que, como mis padres me las negaban por entonces, todo consistía, en suma, en una ilusión de libertad. Tendría que mirarlo en un manual freudiano
En fin, sea como fuere, la realidad es una despiadada destructora de fantasías. A estas alturas, como en los libros de ‘elige tu propia aventura’, parece haber reducido a tres las opciones disponibles: pandemia, tercera guerra mundial o golpe de calor.