Opinión

Adelante

AL FÚTBOL se juega con el cerebro, decía el eterno Johan. Pero no conviene despreciar la fuerza de la ilusión, de la víscera. La temporada pasada la línea de salvación estuvo en 45 puntos, uno menos de los que lleva el Lugo este curso. Después de tres victorias y un empate en cuatro partidos, y con la tranquilidad de haber burlado casi cualquier pesadilla, ya solo queda soñar. La Segunda División, una categoría ciclotímica que no reconoce nombres, abolengos o trayectorias, bien lo permite. Los últimos dos años, el cierto conformismo de la plantilla cuando se vio en zonas cómodas podría justificarse por el objetivo único de la permanencia. Ahora, por qué no asaltar los cielos cuando parecen tan cercanos.

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