Opinión

Sin ellos, ¡imposible!

ESTE VIERNES a las 00:00 comenzó la campaña electoral para las elecciones al Congreso de los Diputados y al Senado en España, dando inicio a la cuenta atrás para el día de las elecciones, el 20 de diciembre; la fiesta de la Democracia.

Porque sí, señoras y señores, aunque despotriquemos sobre la conveniencia o no de este nuestro sistema electoral y la manera de elegir a los candidatos dentro de los distintos partidos y formaciones políticas, al final somos cada una de nosotras y cada uno de nosotros, los que conformamos el pueblo español y los que decidimos quiénes dirigirán los destinos de nuestro país, España.

Y en muchos casos, como si de nuestro equipo deportivo favorito se tratase, también es una cuestión de forofos, y también es una cuestión de colores.

Y hablando de colores, voy a hacer una breve reflexión de los que resaltan sobre el resto, tal y como vislumbran los sondeos no tan demoníacos como muchos los califican. Palabra de sociólogo.

Son cuatro los colores. Y esta es mi opinión.

Un color entre el lila y el púrpura que disfraza dudosas intenciones y falacias imposibles. En su inmensa mayoría, se disfrazan tras de malévolos propósitos que solo serían posibles por parte de personas que apoyan al líder que pretende dar un golpe de Estado en Venezuela si no gana el próximo domingo. Ambigüedad, como su propio símbolo, tres círculos en movimiento que no llegan a encontrar la estabilidad.

Un color rojo, como el de su rosa en el puño. Esa misma flor que hizo huir al Principito. Una metáfora que representa aquello que realmente aman sus incondicionales, aquello por lo cual se esfuerzan y luchan; pero también representa a las personas -o actitudes- que les han perjudicado, pensando solo en sí mismas. Para muestra, el desaguisado interno que están viviendo. Y una consecuencia terrible para ellos, la mala herencia que les y nos ha dejado a los españoles, aquel individuo con apellido de hacedor de zapatos.

Un color naranja, como el zumo del cítrico que cada mañana muchos consumimos para que nos aporte energía y ganas de afrontar la jornada que comienza. Está inyectando frescura e ilusión, como el jugo. Pero a ver qué pasa. No sé, si se quedarán la mayoría de las vitaminas energizantes en el exprimidor, al igual que la pulpa que resta al hacer el zumo. Veremos.

El color azul. Uno de los colores primarios y favoritos de todo el mundo. No lo digo yo, lo dicen los estudios de cromatología. Bien es cierto que esta actual mayoría azul, ha dado algún que otro disgusto a muchos de los que optaron por ella en 2011; pero si cerramos los ojos, y hacemos un viaje en el tiempo de segundos, hoy podemos decir, que estamos mucho mejor de lo que estábamos. Como anécdota, comentar que tal y como señalan los estudios científicos sobre el color, y no es sólo mi opinión, el azul simboliza todos los sentimientos que van más allá de la simple pasión y que permanecen en el tiempo. Es el color de la confianza y la simpatía.

Y tras los colores, los forofos. Una cuestión de importancia tal, que no sabríamos de la existencia de estos sin ellos.

La maquinaria electoral, no se movería sin las piezas clave del engranaje de la cadena partidista. Y no me refiero a los candidatos. Me refiero a sus bases.

Esos afiliados y simpatizantes que defienden a capa y espada su color, como si les fuese la vida en la causa.

Les aseguro que sin ellos, nada funcionaría, sin esas personas nada con esta magnitud sería posible.

Y hago mías las palabras de un colega, que allá por el 2008, les definió así.

«Con la utopía en las alforjas y a rebufo de las nuevas formas de hacer política, van los militantes de base de los partidos enarbolando banderas, luciendo insignias en el ojal, pegatinas en la solapa… Son el alma mitinera, vitoreadores cuando la ocasión lo requiere, actores secundarios prestos para el halago y la adhesión inquebrantable al líder, al que en ocasiones veneran. Luchan contra viento y marea en defensa de lo que creen, pinten bastos o pinten oros tras el resultado de unos comicios, bien sean éstos para elegir quién llevará las riendas del Gobierno de la nación, de su Comunidad o del Ayuntamiento de su pueblo. Son, en definitiva, una rara especie que navega entre la euforia y el desencanto, que acaba siempre recuperando el ánimo, con la ilusión intacta y las convicciones a flor de piel, tan a flor de piel que en ocasiones sólo hay ojos para ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio».

Yo añado de mi propia cosecha.

Su trabajo desinteresado, su ilusión desmesurada, su compromiso, su entrega, su dedicación incansable, su esfuerzo y su empeño impagable.

Independientemente del color partidario, sin ellos, ¡imposible!

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