Opinión

Señales en la memoria

DESDE LA más remota antigüedad, nuestros ancestros mantuvieron un diálogo continuo con el Universo y con la naturaleza, descubriendo que todo estaba intercomunicado y que continuamente, a través de lo que observaban a su alrededor, podían entender lo que la naturaleza les hablaba.

Continuamente recibimos señales, señales que nos susurran cosas. Los vientos arrastran mensajes para todos. Se puede aprender mucho de los cantos de los pájaros que se acercan a las ventanas o del suave murmullo de las olas. Pero en un mundo como el actual, en el que vivimos con prisa, a veces no muy aconsejable, nos pasan desapercibidas.

Llevo dos semanas encontrándome con amigos y conocidos que me cuentan cosas con un mismo denominador común, el Alzheimer, y por si fuesen ya pocas las casualidades, un amigo me enseñó una carta que escribió su madre cuando sabía que sufría esta dolencia, pidiéndole perdón para cuando ya no recuerde ni que es su hijo…. Y hoy mismo podremos ver la película El Diario de Noah y este pasado viernes AFAPO celebraba su cena benéfica anual. Entonces me dije: «¿por qué no escribir este domingo sobre esta pandemia?».

Todos sabemos, en mayor o menor grado según hayamos vivido en casa o cerca un caso de esta enfermedad, que el Alzheimer es una patología mental progresiva que se caracteriza por una degeneración de las células nerviosas del cerebro y cuyas manifestaciones básicas son la pérdida de memoria, la desorientación temporal y espacial y el deterioro intelectual y personal de nuestros mayores. Efectivamente, hay casos en personas relativamente jóvenes, pero la edad es un factor determinante, que además afecta de forma mayoritaria a las mujeres.

Es un drama para el que lo sufre, pero sobre todo para los que le quieren y le adoran, los que le rodean, porque llega el fatal desenlace, momento en el que ni tan siquiera te reconocen. El amor a los que nos cuidaron cuando éramos tan pequeños se lo tenemos que devolver y multiplicado por millones. Pero a veces, eso no es suficiente.

El amor a los que nos cuidaron cuando éramos pequeños se lo tenemos que devolver y multiplicado por millones. Pero a veces no es suficiente

Por eso en febrero de 2004, María José Magdaleno y una veintena de personas crearon AFAPO, esta asociación pontevedresa de familiares de enfermos de Alzheimer y otras demencias. Así se escribía un antes y un después en la atención a los enfermos y sus familias, hasta llegar a día de hoy donde su actual presidente José Manuel Fontenla, dirige el centro de día de O Gorgullón, que bajo el mecenazgo de la Consellería de Benestar, está en funcionamiento en el centro de nuestra querida Pontevedra

Yo que los conozco bien a los dos, y me consta que son unas personas absolutamente generosas y dedicadas a trabajar en pro de una Pontevedra mejor, ya que siempre han estado involucrados en proyectos sociales y ciudadanos, no tengo menos que darle las gracias por toda su labor y entrega hacia los demás.

Llamé a Jose Manuel y me citó en el centro de día, y hay que felicitarlo a él y AFAPO, pero sobre todo a esos familiares que con tanto mimo cuidan a sus mayores, sin ser a veces conscientes de lo que tienen entre manos.

En AFAPO están contentos por el apoyo de la sociedad pontevedresa, por la gran afluencia de comensales a la cena benéfica anual de este viernes en el Liceo Casino. Pero esto aún no es suficiente y necesitan más de nosotros, de las instituciones públicas y privadas, y sobre todo de las Administraciones Públicas, porque todo el apoyo es poco.

José Manuel me explicaba, que el objetivo fundamental de la asociación era la información, apoyo y formación a los familiares, además de una atención en domicilio a los enfermos…¡Casi nada!. ¡Menudo trabajazo y menuda labor social, sanitaria y humana estáis haciendo! ¡enhorabuena!.

Desde finales de 2012 prestan atención diaria en el centro que gestionan pero con un crecimiento exponencial que puede llegar a desbordarlos, ya que en 2013 atendían a 30 personas al día, hoy ya casi a 100 y lo hacen en el centro público, en privados, y no menos importante, a través de la unidad de atención rural, y no solo en Pontevedra, también en Silleda y Lalín.

José Manuel me contó que son conscientes de la gran solidaridad y apoyo que reciben por parte de instituciones y personas, pero que con las 50.000 personas que padecen esta enfermedad en Galicia (y que por desgracia no va a ir a menos), nos necesitan más y a más. Es muy necesaria la diagnosis para la prevención, talleres de actividades para estabilizar a los enfermos y charlas formativas a los que les atienden.

Ayudémosles en su cometido porque se lo merecen, y aunque no podemos cambiar el mundo, sí podemos ayudar a cambiar y mejorar nuestro pequeño mundo de Pontevedra.

Por eso debemos recordar y hacer memoria de lo que nuestros mayores hicieron por nosotros, cómo nos enseñaron a caminar en este mundo. Ayudémosles nosotros como se merecen, a tener al menos un día a día lleno de cariño y con una calidad de vida adecuada, apoyemos a asociaciones como AFAPO y hagamos caso a las señales en la memoria.

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