Opinión

La vida sigue igual

DESPUÉS DE todo, nada ha cambiado demasiado. Casi uno de cada dos gallegos ha votado a Feijóo, que ha sacado 7 diputados más que el resto de las fuerzas juntas. Una ventaja de 27 sobre el segundo y otros tantos sobre el tercero. Feijóo ha hecho una gran campaña, deshaciéndose de las siglas del PP y tomando distancias con Rajoy. Ha conseguido trasladar la imagen de una candidatura sólida y experta que nada tiene que ver con el PP de Madrid o de Valencia y sus chanchullos. Ha mostrado una máquina electoral perfectamente engrasada y la organización ha funcionado como un reloj suizo hasta el último segundo. Hoy mismo, a mediodía, cuando ya sabían que la cosa estaba hecha, transmitían un mensaje de alarma entre su militancia: había que hacer un último esfuerzo porque la mayoría absoluta estaba en el aire. Era necesario movilizar hasta el último voto.

Lo destacable, por destacar algo, es que el sorpasso se ha quedado en sorpassito. Hay empate técnico entre En Marea y PSOE, cuya distancia es de poco más de 15.000 votos, lo que no es gran cosa entre casi un millón y medio de votantes. Ni unos ni otros tienen nada que celebrar. El PSdeG pierde cuatro escaños, lo que casi es aguantar, y En Marea se queda lejos de las expectativas tras su turbulenta relación con Podemos. El BNG, arrastrado por el efecto Pontón, ha vencido a las encuestas que anunciaban su muerte, perdiendo sólo un diputado. Y Ciudadanos se queda fuera para siempre.

Hay algo que todos debieran aprender de una vez y para siempre: los candidatos importan. En Marea y PSOE presentaron a candidatos desconocidos, elegidos casi al azar anteayer

Hay algo que todos debieran aprender de una vez y para siempre: los candidatos importan. En Marea y PSOE presentaron a candidatos desconocidos, elegidos casi al azar anteayer, incapaces de entusiasmar a nadie ni de entusiasmarse a sí mismos, que ofrecieron un discurso improvisado, bravucón e inconsistente. No vale todo y sobre todo no vale cualquiera. La prueba está en Ana Pontón y en Cristina Losada, de Cuidadanos, aunque por motivos bien distintos. Ambas fueron también nombradas en el último momento, pero mientras una resolvía su papel con solvencia, la otra ha pasado por aquí ofendiendo a los gallegos y haciendo el ridículo. En las primeras encuestas, BNG y C’s ofrecían resultados similares, entre cero y dos escaños. Una ha sacado seis y la otra nada. Los candidatos importan, y la otra prueba es Feijóo. Feijóo se paseó entre sus rivales sabiendo que no tenían nada que hacer, como David Cal cuando competía, que salía como quien no quiere la cosa e iba avanzando sin mayor esfuerzo, viéndolos caer uno a uno.

Lo que tenemos hoy es muy parecido a lo que teníamos. La vida sigue igual, o casi. Feijóo gobernará otros cuatro años, los socialistas y En Marea renovarán sus desavenencias internas y el Parlamento seguirá siendo igual de bronco. Como después de cada cita electoral, cada uno tiene lo que se ha buscado. Eso es lo que han decidido el 100% de los gallegos que han ido a votar.

Algo habrá hecho bien Feijóo para recibir esa muestra masiva de apoyo, y algo habrán hecho mal todos los demás para obtener esos resultados tan pobres. Lo peor del caso es que los que han perdido con rotundidad, en lugar de hacer la debida autocrítica, se abonarán a la tesis del pueblo alienado, de esos más de 600.000 gallegos que han ido como zombis a votar a Feijóo porque no han sabido comprender la verdad que se les ofrecía. Para vencer, señoras y señores, hay que convencer. Y ni En Marea, ni PSdeG, ni el BNG, han sabido convencer. Ni se han aproximado a ello. De alguna manera, la democracia ha sido derrotada por la baja calidad de dos de los candidatos, Leiceaga y Villares. Pontón, la pobre, bastante ha hecho visto el panorama que tenía por delante, próximo a la desaparición cuando ella tomó las riendas. En todo caso, el partido ha acertado en la elección de su candidata y ha errado en la estrategia de los últimos cuatro años.

La conclusión es que de las tres últimas ocasiones en que hemos ido a votar, ésta es la única de la que sale un presidente, y que pocas veces un candidato ha tenido tan poco trabajo en campaña como Feijóo en estas elecciones.

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