Opinión

Hola curvy, ¿adiós gordofobia?

SOY UNA ‘CURVY’ y usted, posiblemente, lo sea también. Aunque desconozca esta palabra -en boca de todos en el mundo de la moda- sepa que hasta para llamar gorda, entradita en carnes o mujer de hueso ancho siempre es es mejor hacerlo con una palabra con glamour. Y ahí está el fenómeno curvy, que tiene revolucionados a diseñadores, modelos y marcas.

Pero nos engañemos: exceder con creces las imposibles 90-60-90 (o incluso menos) sigue estando mal visto estética y socialmente. Por este motivo se recurre a un eufemismo: siempre es mejor llamar a las clientas potenciales «voluptuosas» (que eso significa exactamente esa palabra inglesa tan en boga) antes que "gordas".

Pero empecemos por el principio. ¿Quién es una curvy? Si nos atenemos a los cánones del mundo de la moda son todas aquellas mujeres que usan más de una talla 42. Una auténtica faena para la mujer real, la de la calle, que en su mayoría pertenece a ese grupo.

Ahí se produce la primera fractura entre la mujer real y el mundo irreal-utópico que vende el mundo del espectáculo (entiéndase cine, publicidad, moda y televisión).

Es una realidad que las mujeres se miran en el espejo de las modelos y las actrices, las primeras damnificadas por una dictadura que oprime más que el corsé a Escarlata O’Hara. Y una de las pioneras curvy del mundo, cuando aún no se había inventado ese eslogan, fue la británica Kate Winslet.

Ella, con su 1,65 de estatura, luce más curvas que el circuito del Jarama. En una ocasión confesó que a los 15 años la llamaban "fofa" y "ballenita" por los 84 kilos que pesaba entonces. Winslet, una mujer que es genio y figura, nunca se acomplejó -ni entonces ni ahora, cabría añadir- porque la gordura le venía de familia. "En casa éramos muy tragones. Con un tío cocinero y mi madre que cocinaba tan bien era inevitable", reveló en una ocasión.

Su exceso de peso le ha traído más de un quebradero de cabeza durante su carrera. Pero la actriz británica parece ir en contra de todas las convenciones estéticas, incluida la cirugía estética. Así ha manifestado estar rotundamente en contra de la cirugía plástica. "No tengo intención de cortarme o inyectarme, muchas gracias, paso", dejó claro en una ocasión. Y va más: rechaza de plano que le reduzcan sus muslos con Photoshop. Una rarísima excepción en un mundo gordofóbico.

Tras ella aparecieron, cual rosas en un desierto, otras voces que defendían con orgullo sus cuerpos serranos: la modelo Sophie Dahl, las actrices Lena Dunham o Cristina Hendricks... pero nada parecía cambiar.

Candice Huffine. Una única modelo, con sus rotundos 100-83-110, logró que los michelines se coticen y sean sinónimo de belleza

Hasta que apareció ella: Candice Huffine, una mujer rotunda con cara de diosa. Y el mundo de la moda se puso a sus pies, incluido el famoso calendario Pirelli para el que posan las top models más famosas, prestigiosas y cotizadas del mundo.

Y allí rompió moldes esta modelo de tallas grandes, que logró destrozar el techo de cristal impuesto por la delgadez como símbolo de belleza. Fue la primera vez en los cincuenta años de historia de The Cal que sucedía un hecho así.

La estadounidense, con sus 100-83-110, ha marcado un antes y un después. Pero, ¿significa eso que las mujeres con sobrepeso van a encontrar ropa moderna y favorecedora para ellas o están condenadas a seguir eligiendo entre ropa fea y anticuada?

No nos vamos a engañar. Casi todas las mujeres sueñan con estar más delgadas, ir de compras y no volver con depresión, y que la operación biquini no suponga un trauma emocional que dure hasta San Froilán. Pero no es menos cierto que la realidad es otra y el negocio de las tallas grandes es una mina de oro por explotar -hay millones de mujeres ávidas de ir a la moda-.

Sin embargo, la gordofobia sigue ahí. Presente y latente en la mirada de aquellos que censuran con la mirada los micheles, las lorzas y los senos XXL. Y la sociedad les da la razón: todavía se vende que la delgadez es sinónimo de felicidad, éxito, bienestar.

Así lo sostenía hace unos días la doctora Belén Vázquez Rodríguez en este periódico al analizar los problemas de anorexia y bulimia en la sociedad actual. "La delgadez no solo se ha convertido en un signo de belleza, sino también de éxito y autocontrol, tener un mejor trabajo o una mejor pareja, especialmente para las mujeres", explicó.

Una dictadura de la delgadez, que arranca con el pensamiento dominante e imperante de que gordo es sinónimo de feo. Y no solo eso: los gordos denuncian que se les utilice "como símbolo de lo antierótico, la torpeza, la vagancia, la infelicidad, la gula, la insalubridad, la opulencia... toda una serie de mitos que recaen sobre nuestros cuerpos. Incluso se limita nuestra libre circulación por la calle, donde a menudo se nos insulta", según explica Magdalena Piñeyro, dinamizadora junto con Carlos Savoie y María Colman de Stop Gordofobia.

Ahora con el fenómeno curvy, plus size o XXL se abre un resquicio a la esperanza de que la mujer con curvas triunfe. Pero la alegría dura muy poco en la casa del pobre y no falta quien sostiene que apoyar el movimiento curvy es hacer apología de la gordura. Tradúzcase: hábitos insanos y problemas de salud.

¿Es eso así? La gordura, en algunos casos, viene en el ADN y en otros de las malas costumbres alimenticias. El acabose es la combinación de ambas, por supuesto. Y, además, no hay que olvidar que la delgadez también supone un grave problema sanitario provocado por el auge incesante de los trastornos alimentarios como la bulimia y la anorexia. Por tanto, el punto medio en ambos casos es el idóneo.

Llegados a este punto cabe preguntarse qué pasa con los hombres. La reivindicación curvy se ciñe única y exclusivamente al universo femenino. ¿Y ellos qué?

Pues o bien son invisibles, y creo que no es el caso, o bien se libran de un escrutinio físico y social que no les merma en la misma medida que a las féminas. Aunque sí comparten con las mujeres curvy algunos de los problemas, como encontrar ropa de su talla en las tiendas.

Pero si realmente el fenómeno curvy va a servir para dar visibilidad y reconocimiento a las mujeres de tallas grandes, ellos tienen todavía mucho camino por recorrer. A pesar de que hay honrosas excepciones en el universo top -el británico David Gandy y los españoles Andrés Velencoso o Jon Kortajarena-, su rol está supeditado al de las todopoderosas diosas de la pasarela, como la recientemente retirada Gisele Bundchen o la recién llegada Cara Delevingne.

En la moda y la publicidad ellas mandan: ganan más y mejor. ¿Entonces? Pues si teniendo un cuerpo 10, u 11, los hombres tienen complicado hacerse un hueco, imagínense cómo será para los chicos curvy. Un yermo.

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