Opinión

Flores psicodélicas

LA REAL Academia Galega dice que es charramangueira, pero en mi casa siempre se usó el término charramandada. Pero si Cunqueiro dijo que "Galicia es el país de los 1.000 ríos", yo sostengo que también lo es de los 1.000 localismos lingüísticos. Y me quedo cortísima, pero los paralelismos es lo que tienen.  

En el bilingüismo armónico que es mi cabeza —en mi casa siempre se habló gallego desde tiempos inmemoriales— a veces elijo una palabra del idioma de Castelao o Manolo Rivas para describir una situación, o un sentimiento. Me sale así, porque considero que la opción en castellano no me llena. Sin más.

Me pasa con charramandada, que para el que no lo sepa es aquel o aquello que "ten moitos adobíos ou cores moi vivas e mal combinadas". Y esa es la sensación que me producen los centros florales que venden en los chinos. Chirrían.

Han inventado estos negocios —cuya denominación, los chinos, trasciende ya la cuestión nacionalista para ser una expresión que abarca a sus propietarios y también lo que venden en ellos— nuevas coloraciones. Y miren que hay riqueza de colores en la naturaleza, y prueba de ello es la Gaillardia Aristata Bremen, cuya flor es una sinfonía cromática.

No como esos centros psicodélicos, que hieren a la vista, y que se adueñan de los cementerios en Santos. Supongo que de toda España, aunque yo solo frecuento los gallegos. Eso sí, espero que por lo menos sean baratos, porque si encima salen por un dineral es para hacérselo mirar.

Ya sé: «Sobre gustos colores y sobre jardines, flores». El refranero sale siempre al rescate aunque para mí, que no soy gran fan de los chinos —de las tiendas, se entiende—, con esos centros han metido la horterada en el camposanto. Ya lo estoy viendo: esas flores con más falsete que la voz de Barry Gibb.

¡Ay señor! Si algun@ levantase la cabeza (algo imposible, y menos mal), volvía a morir... del susto.

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