Opinión

Del Far West a Cervantes

LOS ESPAÑOLES leen una media de 13 libros al año. Muchísimos no se acercan a esa cifra porque directamente no abren ni uno. Dirán, qué exagerada. Pues, no, básicamente la inmensa mayoría de ellos no lo dicen porque está mal visto socialmente.

Temen ser tachados de incultos, y puede que hasta lo sean. En términos intelectuales, porque después son unos hachas en microeconomía, agricultura o náutica y nosotros no sabemos hacer la O con el canuto. Pero es un hecho que casi siempre los culturetas menosprecian —entre los que no me incluyo—a todos aquellos que no están a su altura de miras, que no saben quién es el autor de moda o desconocen quién es Marcel Proust, Wilde o Joan Didion o si me apuran Carmen Mola.

Esos millones de españoles no aprecian sumergirse durante horas en una vida que no es la suya, que a veces te hace llorar y otras reír, que te traslada a un mundo fascinante en su negritud, en su maldad o en su belleza. Están en su derecho a no leer novela, poesía o ensayo, pero me entristece.

Leo desde que existo, o casi. Fui precoz, empecé pronto con una profesora particular, Carmen del Pirulo, porque los de mi generación no íbamos al cole hasta los seis años. No existía párvulos.

Desde entonces, no hay momento en el que un libro, o varios, no me haga compañía. He devorado todo lo que se ha cruzado en mi camino: novelas del Oeste —soy una crack de la geografía del Far West desde Amarillo a San Antonio—, novela romántica —Jean Austen y las Brontë son imprescindibles—, novela negra —Joel Dicker, Henning Mankell o Lorenzo Silva— y fantástica —olvidé las veces que leí Harry Potter—. Y en el medio toda la intelectualidad que se puedan imaginar, pero soy más pulp que cult.

¿No se lo había dicho? Hoy es el Día del Libro, a mayor gloria de Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso. Celébrenlo, aunque sea por primera vez. Es contagioso.

Comentarios