Opinión

Apocalipsis Baby

EN EL año 2027 la humanidad asiste a una infertilidad —los hombres han perdido la capacidad de procrear y todas las mujeres se han vuelto estériles— que dura 18 años y conducirá a la extinción de la especie. Este paisaje apocalíptico, de un mundo sin esperanza, estremeció hace once años a los espectadores de Hijos de los hombres, la adaptación al cine que Alfonso Cuarón realizó del libro de P.D. James.

Una ficción que, por desgracia, cada día adquiere más visos de realidad. En el año 2017, y ahora ya en la vida real, esa visión de un futuro sin niños infunde desasosiego. Por pausible.

España pierde al día 72 habitantes en el balance entre alumbramientos y muertes, 38 de ellos en Galicia, según el Ine. Los datos en su frialdad estadística resultan en este caso estremecedores por el futuro que proyectan: ¿se imaginan un mundo sin bebés?

Pues ese es, ya hoy, el día a día de cientos de poblaciones rurales, sobre todo en Lugo y Ourense, abocadas a la desaparición. En las viviendas aún habitadas —lo serán hasta que fallezcan sus envejecidos moradores— hace años que no resuenan las risas, los llantos o los gritos de unos niños.

Los más afortunados recibirán esa inyección de vitalidad los fines de semana, cuando los hijos regresen a la aldea desde las ciudades en las que residen y a las que 'huyeron' en masa en aras de un futuro mejor o en pos de una educación universitaria vetada a la mayoría de sus congéneres del mundo rural hasta entonces.

Su adiós a la vida que tenían sus padres supuso, al mismo tiempo, una losa para la supervivencia de unos pueblos donde hoy con suerte viene al mundo un bebé por año o, en el peor de los casos, en décadas.

Ese fue el caso de Clara. Hoy tendrá cuatro años, pero su nacimiento fue todo un acontecimiento en Froxán, en O Courel. No era para menos: ¡30 años sin nacer un bebé en este lugar!

Desgraciadamente, esta historia con nombres y apellidos es cada vez más la tónica habitual en miles de poblaciones españolas.

¿Y qué se puede hacer para revertir esta situación?

De momento, depende única y exclusivamente de mujeres empeñadas en perseguir su sueño de ser madres. El panorama que las rodea no es el más alentador de todos los posibles: la conciliación familiar es casi una utopía, las ayudas estatales son irrisorias — España no es Dinamarca, precisamente— y los padres ayudan cada vez más, pero no lo suficiente.

Pese a todo, brindo por las superheroínas que, contra viento y marea, hacen posible el futuro. En Lugo, en 2016, su valentía se tradujo en 1.986 bebés. Un tesoro.

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