Opinión

Papel mojado en leche

SE ACABÓ el sistema de cuotas. Durante años, los ganaderos gallegos se han visto en la obligación de hacer cuentas para mantener sus empresas a flote. Lo que se les ha pedido, o mejor dicho, lo que se les ha exigido a los supervivientes de una reconversión lenta que ha durado varias décadas no ha sido precisamente sencillo. Han tenido que modernizar sus explotaciones, profesionalizarse cada día un poco más y mejorar la genética de su cabaña para hacer que su negocio fuese rentable. Además, lo han hecho bajo el paraguas de un modelo que limitaba su capacidad para producir, sometidos a la amenaza de la temida supertasa, y que los ha obligado en los últimos años a reinvertir una parte nada despreciable de sus ganancias en la compra o alquiler de esos derechos de producción. Se han curtido en un escenario hostil, muchas veces zarandeado por decisiones que han perjudicado sus intereses en beneficio de industrias y cadenas de distribución. Han hecho frente a crisis importantes y han aguantado presiones, incluso chantajes. Han aprendido a soportar temporadas de precios tan bajos que el fruto de su trabajo se vendía por debajo de costes. Al final, algunos, no todos, han llegado hasta aquí. Lo dicho, no ha resultado fácil. Los que lo han logrado, en muchas circunstancias, han conseguido la cuadratura del círculo.

Se abre ahora un nuevo capítulo para los productores de leche. Sin duda, el futuro del sector lácteo está ligado a las posibilidades de desarrollo de esta provincia. Sin ir más lejos, en la comarca de Lugo, hay municipios en los que alrededor de un cuarenta por ciento de los afiliados a la Seguridad Social trabaja en explotaciones agropecuarias. Nuestros ganaderos tendrán que recorrer de nuevo un camino incierto, adaptarse y sobrevivir. Tampoco en este caso será una travesía cómoda. La competencia que se avecina será dura y la propia experiencia ha venido a demostrar que hay pocas circunstancias confortables en una actividad primaria que ha dependido, al menos hasta ahora, de decisiones que escapaban a su control. Van a necesitar la ayuda de una Administración que tiene la obligación de acertar en su política y proteger de las agresiones a uno de los pilares de nuestra economía. Uno de los que todavía sigue pie y que ha venido demostrando una resistencia digna de respeto. En este caso, si alguien les echa una mano, habrá que confiar en que no sea al pescuezo.

Las normas para regular el sector lácteo solo serán efectivas si realmente se aplican

El director general de Producción y Mercados Agrarios del Ministerio de Agricultura, Fernando Miranda, dijo recientemente aquí, en Lugo, que los cambios introducidos en la legislación que regula las relaciones contractuales en el sector lácteo establece medidas que deben ayudar a equilibrar las fuerzas entre productores y empresas comercializadoras. Hasta ahora, la balanza ha estado siempre desnivelada. Recordó que las modificaciones que aparecen en el Decreto publicado por el Gobierno el pasado 28 de febrero establecen que la industria debe firmar con los ganaderos contratos de al menos un año. También que la negociación del precio de la leche entre proveedores y envasadoras tiene que realizarse con un mínimo de dos meses de antelación a las entregas. Esa nueva situación, opinó, debe ayudar a que «tanto el ganadero como la industria se sientan un poquito más cómodos de lo que sienten ahora los unos con los otros».

Quizás lo más importante no sea que unos estén más o menos cómodos con los otros. A fin de cuentas, cada parte del sector defiende sus intereses. Se trata, más bien, de que haya unas reglas claritas y justas para todos. También un palo bien gordo para atizarle a quien no las acate. De hecho, el propio Miranda anunciaba que habrá sanciones y que serán duras para aquellos que incumplan. También dijo que habrá un plan de control serio para vigilar el comportamiento de la parte más fuerte de la cadena.

La Administración asegura que ha preparado las herramientas para que la cosa funcione. Ahora sólo falta que se utilicen como es debido. Si no, serán papel mojado en leche.

Con la maleta a cuestas

Tenemos un señor problema. Nos estamos quedando sin gente. Los datos que ofrecía el Gobierno no invitan precisamente al optimismo. Menos de un 10% de la población de esta provincia está por debajo de los quince años de edad. Si es preocupante que nazcan pocos niños, no lo es menos que los jóvenes en edad de formar su familia tengan que coger las maletas para buscarse la vida en el extranjero. Más de setecientas personas lo hicieron en Lugo entre 2012 y 2014. Si la cosa no cambia, sus hijos tampoco crecerán aquí.

Comentarios