Opinión

No quieren ser políticos

CASI QUINCE días después de la jornada de reflexión, unos y otros siguen deshojando la margarita. El sistema les da a los ciudadanos un día para digerir las toneladas de propaganda con las que son bombardeados durante la campaña, pero las formaciones políticas disponen de varias semanas para decidir a qué compañero de viaje le entregarán la llave de su cinturón de castidad. Todavía no se sabe quién será el alcalde de Lugo durante los próximos cuatro años, ni cuánto podrá durar en el cargo la persona que finalmente sea elegida para presidir la corporación. Sea quien sea el próximo regidor local, sus movimientos siempre van a estar condicionados por lo que digan otros partidos que no son el suyo. Tendrá que aprender a trabajar sin el voto de obediencia debida al líder, tan propio de los gobiernos formados con mayoría absoluta. La noticia es que no hay noticia. Las posturas no se han movido ni un ápice. Todos siguen enrocados en la posición que ya explicitaron en campaña y ratificaron prácticamente en la misma noche electoral. En este caso, la partida no puede quedar en tablas. En un momento u otro, alguien tendrá que mover ficha.

Lo más curioso es que, en esta ocasión, puede darse la circunstancia de que no llegue a coger el bastón de mando ninguno de los candidatos que encabezaron la lista de sus respectivos partidos. Si Orozco coge las maletas y favorece un acuerdo de gobierno con nacionalistas y lugonovos, tampoco Castiñeira será alcalde. El que fuera secretario general de los socialistas gallegos, Pachi Vázquez, dejó avisado a su sucesor en el cargo. «Besteiro va a ver que la política es un sudoku muy complicado», sentenció. Si el todavía presidente de la Diputación en funciones no se había dado cuenta entonces, seguro que ahora ya se habrá percatado de que el de O Carballiño no iba muy desencaminado. Será por eso que los niños ya no quieren ser políticos.

En la profesión de servidor público electo no basta con ser el primero para ganar

Para no cansar al personal y por un ejercicio propio de higiene mental, esta semana había decidido no gastar la tinta de estas pocas líneas en narrar otro capítulo del culebrón de manufactura nacional ‘Pactar en tiempos revueltos’, en nuestro caso centrado en el escenario de despechos, desamores y pretendientes ariscos en el que se ha convertido el consistorio. Sucede que, al final, la cabra tira al monte. La idea inicial era hablar, precisamente, del resultado de una encuesta que ha venido a confirmar que los niños españoles ya no quieren ser políticos. Es la primera vez que los menores de este país señalan a esa profesión como la menos deseada. Los chavales quieren ser futbolistas. A una cuarta parte de los entrevistados les gustaría ganarse la vida dándole patadas a un balón. Casi el mismo porcentaje de féminas aspiran a ser profesoras para llevar un sueldo a casa. Trabajo fijo, salario aceptable, horario llevadero y buenas vacaciones. Niñas listas.

Al leer los resultados de ese informe, realizado por una fundación de ámbito nacional para saber qué pretenden hacer nuestros retoños cuando sean mayores, mi memoria rescató la imagen de un niño entrevistado en los años 80 por una reportera de Televisión Española. La pregunta era la misma. El churumbel, que tendría entonces nueve o diez años, contestó casi sin pensar: «Presidente del Gobierno». De momento no alcanzó su objetivo. Habría que ver si, pasado el tiempo, llegó al menos a pisar moqueta, aunque fuese la del Ayuntamiento de su pueblo. Puede que ni siquiera llegase a entrar en política o que toda su carrera se circunscriba a una discreta función como fontanero de partido. Por elucubrar, puede incluso que forme parte de la selecta lista de casi cuatrocientos cargos públicos imputados que tenemos en territorio patrio.

Es comprensible que a los niños les resulte más estimulante ver como Messi deja sentados a cinco tíos del Athletic que a Rajoy paseando en bicicleta durante la campaña. Además, en el deporte sólo hay un vencedor. Gana el que llega primero o marca más goles. Esta claro que en política no basta con ser primero ni segundo. Que se lo digan a Castiñeira y a López Orozco.

Una menos

Después de una profundísima reflexión, la actual delegada territorial de la Xunta, Raquel Arias, ha tomado la difícil y dolorosa decisión de renunciar a ser la portavoz del PP en la Diputación de Lugo. Opina que será más útil desempeñando su actual cargo. En su momento, puso en una situación comprometida a quien vino desempeñando esa función durante los últimos cuatro años, Elena Candia. Antes de las elecciones, dio un paso al frente para postularse como candidata. Eso sí, pasado el tiempo, parece que sólo para presidir la institución en caso de conseguir la mayoría. Algo que no ha sucedido.

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