Opinión

Merecemos algo mejor

EL PLENO DE constitución de la nueva corporación provincial nos dejó a algunos con la idea de que lo sucedido en tan agitada sesión rozó el esperpento más absoluto. Pocas veces se verá que haya que votar de nuevo para elegir presidente, después de que un candidato ya haya pronunciado el discurso de investidura. Entre el caos, y la incertidumbre en las filas socialistas, el PP se llevó el gato al agua. Su portavoz, Elena Candia, se ha currado el cargo. Durante cuatro años estuvo al frente de la oposición y se partió la cara, muchas veces sin demasiada ayuda, con los dos socios del gobierno bipartito. Sin embargo, cuando llegó el momento de recibir honores por el trabajo hecho, apareció otra aspirante a presidir la institución provincial y la directiva de su partido en Lugo estuvo especialmente tibia a la hora de apoyar a la persona que había arado la tierra. En los comicios del 24 de mayo, a pesar de que fue una de las últimas cabezas de lista en ser confirmadas, consiguió la mayoría absoluta y la alcaldía de Mondoñedo. Aparentemente perdidas las posibilidades de gobernar desde el despacho presidencial de San Marcos, su rival apenas tardó unos días en decidir que mejor se quedaba donde está. La mindoniense, en cambio, volvió a aceptar la portavocía del Partido Popular en la oposición. Al final, sonó la flauta. Ya es la primera mujer en presidir la institución. Pase lo que pase en el futuro, esa circunstancia queda para la historia.

Las vueltas que da la vida. Antes de las elecciones municipales, el secretario general de los socialistas gallegos y entonces todavía presidente de la Diputación de Lugo lamentaba el «espectáculo» que supuestamente estaban ofreciendo desde el Partido Popular por el hecho de que hubiese al menos dos candidatas a presidir la institución provincial. Desde las filas socialistas hablaban de navajazos y cuchilladas en casa de su principal rival político. Visto lo visto, lo sucedido en la sede de Ramón Cabanillas fue un simple intercambio de opiniones. Una pelea de guante blanco si la comparamos con las maniobras maquiavélicas que se cruzaron entre la calle Salmón y la plaza de San Marcos por la sucesión de un Besteiro todavía de cuerpo presente y en funciones. En su descargo, habría que decir que las transiciones en política son mucho más sencillas cuando no se mezclan con la posibilidad de tocar poder. Los asientos de la oposición suelen ser bastante más fríos que los sillones del gobierno.

Los sufridos administrados asistimos atónitos a esperpentos como el último pleno

Lo sucedido en el pleno y el ascenso del Partido Popular al poder, aunque su mandato sea todo lo efímero que determine una hipotética moción de censura, es responsabilidad de quienes se han enredado en tejemanejes e intrigas palaciegas para sentar en el sillón de San Marcos a un candidato dócil, sometido al voto de obediencia debida al líder. De aquellos que le han hecho la cama a su propio secretario provincial, a un González Santín que primero fue aupado a los altares y luego defenestrado por la vía de los hechos, aparentemente víctima de una conspiración. Incluso de una posible guerra sucia para desacreditarlo personalmente. Lo dejó escrito el propio Maquiavelo: «Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen». Desde luego, son los mismos que, seguramente, confiaron en que fuese el BNG quien le cortase la cabeza a un beligerante Manuel Martínez. Y todo para propiciar una tercera vía que, visto lo visto, se ha torcido demasiado hacia la derecha. Un auténtico fracaso.

La carambola fallida ha provocado dentro de su formación heridas que tardarán en curar, y mucho más en cicatrizar. También ha empañado la proyección de unos resultados electorales realmente buenos en la provincia de Lugo. Además, después de haber transigido y de haber descabezado a Martínez, el PSdeG es un partido que da todavía más apariencia de debilidad. Se muestra como una organización que sirve en bandeja la cabeza de sus propios líderes para responder a las exigencias de un BNG que, a pesar de su mermada representación institucional, se erige en juez y verdugo de los candidatos de los demás.

Los nacionalistas están en su derecho de defender hasta el final su código ético, pero se desprende cierta incoherencia de su supuesta coherencia.

Los nacionalistas están en su derecho de defender hasta el final su código ético y a exigir en una negociación que los demás, si quieren contar con su apoyo, asuman sus elevados planteamientos morales. Ahora bien, se desprende cierta incoherencia de su supuesta coherencia. El mismo Manuel Martínez que fue proscrito para presidir la Diputación por su imputación en una causa judicial, les sirvió en los últimos cuatro años como portavoz socialista, responsable de Vías y Obras y compañero de ruedas de prensa todos los viernes. Además, si finalmente su marcha propicia una moción de censura, pactarán con un partido que aún conservará a dos imputados en un hipotético gobierno bipartito. Pelillos a la mar.

El caso es que, después de vivir en directo la tragicomedia en la que acabó convertido el pleno de constitución de la corporación provincial, los ciudadanos podemos llegar a una conclusión.

Nos merecemos algo mejor. A fin de cuentas, los sufridos administrados somos los que pagamos con nuestro dinero todo ese circo.

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