Opinión

El final del verano

COMIENZA UN nuevo curso político, escolar, laboral e incluso vital. Superado el estío, para aquellos afortunados que hayan tenido la oportunidad de disfrutar de un tiempo de descanso llega el momento de regresar al tajo. La vuelta de las vacaciones suele venir acompañada de un cierto estrés postraumático, pero también de buenos propósitos y de planes de futuro que, habitualmente, se quedan en eso, en vacías declaraciones de intenciones. Socialistas y nacionalistas tienen deberes pendientes en este inicio de un nuevo período lectivo. Después de hacer un examen más que aceptable en las elecciones de mayo, el PSdeG acabó suspendiendo la asignatura más importante, que no era otra que mantener el gobierno de la Diputación de Lugo. O lo que es lo mismo, el control de la institución que ayuda a cuadrar las cuentas de los partidos y que actúa como un pulmón artificial para suministrar oxígeno a ayuntamientos asfixiados por las deudas. Se enredó en intrigas y disputas intestinas. Los navajazos por debajo de la mesa provocaron heridas que todavía sangran. La consecuencia de esa nefasta gestión es conocida. La posibilidad de formar un nuevo gobierno bipartito es una materia que quedó aplazada hasta la convocatoria de septiembre.

Entretanto, el PP sigue gobernando en la institución provincial. Sus diputados no se cansan de repetir que están dispuestos a desarrollar un programa político pensado para cuatro años, pero a veces parece que acusan cierta ansiedad y quieren completarlo en cuatro meses. No podrán, sus predecesores apenas dejaron nada para gastar del presupuesto de este ejercicio. Lo suficiente para pagar la luz y el agua, pero poco más. Sucede cuando hay elecciones. Se tira la casa por la ventana para financiar afectos y luego toca ayuno.

Socialistas y nacionalistas se acercan para recuperar el gobierno en la Diputación

Los populares aseguran que no están pendientes de los líos en la casa del vecino, pero en el fondo saben que su continuidad al frente de la Diputación sólo será posible si socialistas y nacionalistas son incapaces de solventar la crisis matrimonial que provocó el verso libre de Manuel Martínez. Puede que sea necesario algo de terapia para avivar una pasión que se enfrió de forma repentina en el mes de junio, pero donde hubo fuego, cenizas quedan. En el fondo, se quieren un poquito, aunque sólo sea por interés. Puede que en algunos momentos se aborrezcan, pero al menos son capaces de soportarse y de poner buena cara en público. La convivencia ha hecho que unos conozcan los defectos y debilidades de los otros. No es poco.

Estamos en septiembre y a final de año caerán las elecciones generales. Mala época para que las organizaciones políticas se pongan a jugar con las cosas de comer. El bravo discurso de los nacionalistas, que llegaron a llamarle "tránsfuga" a Martínez, se ha suavizado un poco. El diputado Ferreiro, quien afirmó que el BNG no iba a participar en ninguna negociación a tres bandas y conminó a los socialistas a solucionar sus problemas internos, reconocía esta semana que a los "votantes" de uno y otro partido "no les gustaría ver" como se termina con "el trabajo" realizado durante los últimos ocho años por el bipartito. Abrió la puerta de la reconciliación. De hecho, dijo que por su parte están dispuestos a hacer "un buen esfuerzo" para tratar de llegar a un acuerdo. Parece que no faltan ganas de encamar, pero insisten en que no quieren al alcalde de Becerreá en el lecho conyugal. Desde las filas socialistas agradecen unas palabras que interpretan como un "cambio de disposición", si bien reconocen que "todo está como estaba", porque la llave del dormitorio la tiene un señor que, al menos de momento, no acepta ser segundo plato.

El ambiente de cortejo, en las postrimerías del estío, recuerda a la letra de aquella canción sobre ‘El final del verano’. "Sé que en mis brazos yo te tuve ayer. Eso sí que nunca yo olvidaré", "nunca más sentiré tanta emoción como cuando a ti te conocí y el verano nos unió", cantaba el Dúo Dinámico. En todo caso, el ansiado reencuentro pasa por convencer al único que está callado.

No pensé que diría esto

Para alguien que tiene que desplazarse al centro en coche prácticamente todos los días, el sistema Ora se había convertido en los últimos años en algo insufrible. Ya no tanto por la pasta palmada en los parquímetros, como por la presión de tener que renovar el ticket en tiempo y forma para no ser víctima del exceso de celo de la concesionaria. Por ello, nunca pensé que diría esto. Sin embargo, visto lo visto en la última semana, es evidente que algún sistema es necesario para propiciar la rotación de vehículos en algunas zonas.

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