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Duros de oído

Los presupuestos parecen rácanos, pero al final todo depende del grado de ejecución
 

CUANDO hablamos de los presupuestos de las administraciones públicas conviene aclarar que los papeles aguantan lo que ponen en ellos los responsables políticos. Resulta curioso que uno de los trámites más importantes para el funcionamiento de las instituciones se convierta, con demasiada frecuencia, en un ejercicio de malabarismo contable. Lejos de ser un contrato con los ciudadanos para la ejecución de obras y la puesta en funcionamiento de servicios que podrían mejorar su calidad de vida, esas previsiones de gasto se convierten en una especie de fachada, aparentemente sólida, que en realidad nos impide ver la fragilidad de las propuestas que aparecen plasmadas "negro sobre blanco". A veces da la impresión de que ese documento, que tendría que estar revestido de seriedad y rigor, no es más que una mera declaración de intenciones que se queda solamente en eso: en buenas palabras. Las cuentas se convierten en un elemento más de propaganda, avalada por el sello de la oficialidad, para doblegar o reconducir voluntades. La realidad al finalizar el año poco o nada se parece a ese placebo que intentan vendernos como cierto aquellos a los que les pagamos para que representen nuestros intereses en las diferentes sedes de la soberanía popular.

"O papel terma do que lle poñen". Seguramente esa afirmación extraída de la sabiduría popular pocas veces cobra tanto sentido como cuando hablamos de los Presupuestos Generales del Estado. En la provincia de Lugo sabemos bien de qué va todo esto. Efectivamente, si alguna obra o proyecto pendiente no aparece en las previsiones de gasto que tiene que aprobar el Congreso de los Diputados, difícilmente saldrá adelante en el año natural. Ahora bien, el hecho de que figure no supone ninguna garantía en lo que se refiere a su materialización. Es práctica habitual entre los políticos inflar las partidas de gasto para quedar bien ante la opinión pública de determinados territorios, aún a sabiendas de que es absolutamente imposible sustanciar esas inversiones. Lo realmente importante, lo que puede resultar relevante para el desarrollo económico y, consecuentemente para la vida de las personas, no es lo que figura en esa propuesta. Lo que va a misa es el nivel de ejecución de esas cuentas al finalizar el ejercicio económico. En algunos casos, es absolutamente deplorable. Provoca coraje comprobar que, año tras año, nos engañan como a inocentes niños de teta.

A veces me cuestiono, vistos los resultados, cómo narices se redactan unos presupuestos. Me imagino a las personas que forman parte del gobierno de turno sentadas alrededor de una mesa sobre la que descansa un tapete de color verde. En la cabecera, un tipo con traje oscuro, gafas redondas de metal y chistera -como el señor del Monopoly- va tomando nota mientras los demás asignan partidas económicas a viva voz a las obras pendientes. "A tal autovía, ponle tanto y a esta otra un poco más, que tenemos elecciones autonómicas este año". Después ya veremos lo que gastamos. Seguramente, esto no es así, pero es rigurosamente cierto que cada año aparecen partidas reflejadas en las cuentas cuya ejecución es totalmente imposible. Y los autores de las mismas lo saben perfectamente.

Solo el PSdeG-PSOE defiende la asignación de los Presupuestos Generales del Estado para Lugo. El PP y el BNG los han calificado como "un castigo" para esta provincia. Los socialistas dicen que son "realistas y honestos", porque las cuentas que apadrinaba el Ejecutivo de Mariano Rajoy eran "mentira". Se presupuestaba, pero nunca llegaba a ejecutarse. A estas alturas, lo único que podemos atestiguar es que aquellas obras que no figuran en las cuentas no tendrán partida este año. Con respecto a las que sí aparecen, veremos lo que sucede. Creer que la ejecución de las inversiones previstas por Sánchez y los suyos será superior a la de los gobiernos populares es, hoy por hoy, un acto de fe.

Como solo podemos juzgar lo que aparece en el papel, a simple vista los presupuestos son rácanos con la provincia de Lugo. Al menos en comparación con otros lugares. El PP recuerda que la inversión en infraestructuras viarias ha caído un 35% con respecto a 2018. Los nacionalistas no se quedan cortos a la hora de repartir culpas. Señalan a los socialistas, pero no se olvidan de que las cuentas fueron negociadas con Podemos y, por lo tanto, con En Marea. Saben que tienen que pescar votos en las mismas procelosas aguas y nunca es mal momento para incomodar al rival. Unos y otros aseguran que los diputados lucenses que apoyen en el Congreso los números del presidente Sánchez deberían regresar a Lugo con el rabo entre las piernas y dejar su puesto a personas capaces de defender los intereses de los vecinos y de la provincia a la que tienen la obligación de representar en las Cortes. Ni más ni menos.

Es curioso. La alcaldesa de la capital lucense, Lara Méndez, aseguraba esta semana que ahora sí percibe que "Lugo es escuchada en Madrid". No sé muy bien a qué se refiere. Sin duda, debe tener la sensibilidad a flor de piel, porque parece que sus compañeros en Madrid no andan muy finos de oído.

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