Opinión

Dos cruces

La ordenanza de seguridad busca acotar casos que también exigen intervención social

El gobierno local de Lugo acaba de dar un paso más para sacar adelante una nueva ordenanza de seguridad. Al documento aún le queda un largo camino por recorrer, porque de momento no es más que un borrador que está en manos de los grupos de la oposición para que también ellos puedan realizar sus aportaciones. En realidad, ni siquiera ha comenzado la fase de tramitación. Estamos en lo que podría llamarse un tiempo de consultas, para pulsar la opinión de unos y otros. Dicen que más ven cuatro ojos que dos, pero eso no siempre es así. A veces, demasiados puntos de vista solo contribuyen a enredarlo todo un poco más y no son garantía de nada. En todo caso, con independencia de los cambios que seguramente recibirá ese esbozo antes de ser sometido a la consideración del pleno, ya se puede intuir cuáles son las líneas maestras de la normativa con la que el equipo de la alcaldesa pretende resolver algunos de los problemas de convivencia que más quejas provocan entre la ciudadanía. No es fácil darle solución a alguna de esas situaciones. Detrás de determinados comportamientos incívicos hay simple gamberrismo y mala idea, pero en otros se esconden historias de miseria, incultura o marginalidad. Lo sabe Lara Méndez. Ella misma reconocía que "hay temas que son sensibles". Por ello, venía a decir que no basta con aplicar mano dura para reconducir determinados comportamientos.

Es cierto que no se puede mirar hacia otro lado y que las autoridades tienen que dotar a las fuerzas del orden de argumentos legales para hacer frente a determinadas conductas que generan verdaderos problemas de convivencia. Ahí están las quejas vecinales por la ocupación de edificios en el entorno de Camiño Real, los atentados contra el patrimonio histórico o la incesante actividad de los gorrillas en las inmediaciones del Hula. La alcaldesa reconocía abiertamente la necesidad de disponer de una vez por todas de esa ordenanza. Establecerá una normativa de obligado cumplimiento sobre situaciones que ahora mismo están en una especie de limbo a causa de la existencia de un "vacío legal". Recordaba que no aparecen "ni en la legislación autonómica" ni tampoco en la "estatal", por lo tanto son las entidades locales, las más próximas al ciudadano, las que tienen la responsabilidad de hacerles frente. En todo caso, sin obviar la necesidad de poner coto a determinadas actitudes que generan un malestar general entre la ciudadanía, Lara Méndez también argumentaba, sin duda con buen criterio, que hay que abordar determinados problemas con "sensibilidad". No se refería a los tontos que rompen por romper o a los gañanes que hacen de la mala educación y de la falta de respeto la bandera de su estulticia.

Obligar a los guarros de cualquier clase y condición que orinan contra nuestros monumentos a rascarse el bolsillo o sancionar con dureza a aquellos que destrozan el mobiliario urbano son medidas que, seguramente, cosecharán el aplauso general de los vecinos de esta ciudad. Tampoco serán mal recibidas, al menos por la mayoría, las sanciones de hasta 3.000 euros a los gorrillas que merodean por el Hula, la prohibición del ejercicio de la prostitución en espacios públicos o la persecución a la venta ilegal por parte de los manteros. En estos últimos supuestos, sin embargo, es más que probable que la mano dura no sea la solución al problema. Quizás porque ese tipo de actividades no son más que un síntoma de la verdadera enfermedad.

Siempre nos podemos plantear una pregunta sin respuesta aparente para ver que en otras la cuestión se resuelve por sí sola de forma muy clara. Qué fue antes, el huevo o la gallina. Qué fue antes, la prostitución, el acoso de los gorrillas y la venta ilegal de productos en plena calle o la situación de marginalidad, exclusión social y miseria que padecen aquellos que se ven inmersos en esas circunstancias. Sin ánimo de ser exhaustivos en cuanto a las múltiples causas que pueden llevar a una persona en caer en ese tipo situaciones, parece más o menos evidente cuál es la contestación. No hay duda. O al menos no debería haberla. Hay quien no tiene la posibilidad de elegir.

Es recomendable contrastar diferentes puntos de vista. Estos días me contaba uno de mis amigos las molestias que tienen que soportar sus padres casi a diario por la presencia de ocupas en el edificio contiguo a su domicilio. Al parecer, han cogido la costumbre de arrojar todo tipo de objetos a su terraza. No es todo. Hay ruidos inexplicables a todas horas del día y de la noche, peleas y malos olores, por no hablar de la humedad que se filtra desde un inmueble a otro por la falta de cuidado de sus vecinos. Está cabreado, muy molesto. Le gustaría más contundencia para solventar este tipo de situaciones. Enfrente, otro de los miembros de mi tribu me contestaba de forma vehemente cuando le explicaba la situación. Por no entrar en detalles, venía a decir que suficiente tenían los sin techo con lo suyo, con sobrevivir al día a día. Que bastante peor es el atajo de corruptos y sinvergüenzas que está saqueando el país. Ambos tienen razón. Son las dos cruces de una misma moneda.

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