Opinión

Democracia o república

COMO DICE un amigo, se te cae la pistola al Pacífico. Uno se queda patidifuso, totalmente descolocado al escuchar las tremendas burradas que algunos individuos sueltan alegremente por televisión. Sin duda, reflejan un cambio en la concepción de uno de los medios de comunicación con mayor penetración social. Tengo la impresión de que antes salían en los programas personas que tenían algo que decir, ahora, en algunos espacios de máxima audiencia, meten a personajes cuyo único objetivo es dar que hablar. Se trata de generar morbo, muchas veces alrededor de su propia estulticia o ignorancia. Será el sino de los tiempos. Se vende en prime time la desinformación de un grupo de iletrados y, bien envuelto el producto, millones de televidentes la compramos como entretenimiento. Bien es cierto que, si lo enfocamos desde otro punto de vista, quizás sea un poco menos humillante para todos. A lo mejor es más llevadero si interpretamos lo que estamos viendo como una sátira, descarnada y cruel, a lo que somos y en lo que nos hemos convertido. Otra opción es no ponerse excesivamente interesante y partirse el culo, así sin más, con las asnadas del prójimo.

El caso es que esta semana, en uno de esos programas que, visto que ya lleva varias temporadas en antena debe contar con el beneplácito del público, un grupo de jóvenes hizo una serie de comentarios que, por insistir en la expresión, hacen que se te caiga la pistola al Pacífico. Uno de ellos, muy peripuesto y perfectamente tuneado a la moda, decía en un pueblecito del País Vasco francés que el país galo es una República, pero que él prefería “la democracia”. Claro, sin duda se refería a que nuestros vecinos son obligados a votar a su presidente y a su primer ministro a través de siniestros mecanismos esotéricos y herramientas subliminales que anulan su voluntad y los someten al sistema impuesto. Así lo dijo, el tío, y se quedó tan ancho. Una sonrisa y a otra pregunta. Ejemplo vivo de la conciencia política que tiene una parte, todavía por determinar, de lo que venimos llamando sociedad. Sin duda, un genuino producto de las entretelas del llamado Estado del Bienestar, que para algunos significa no dar palo al agua ni coger un libro en la mano bajo pena de destierro.

Algunos comentarios dan que pensar sobre la conciencia política de los propios electores

En estas épocas preelectorales, un tiempo en el que los distintos medios de comunicación van publicando encuestas y sondeos sobre la intención de voto del personal, comentarios de ese tipo deberían darnos que pensar. Algunos aspirantes a ocupar cargo público suelen decir que los ciudadanos nunca se equivocan cuando acuden a las urnas. Creo que no son sinceros. Para empezar porque si realmente piensan así, cuando salen derrotados, a veces de forma estrepitosa, tendrían que hacer mayor autocrítica, coger las maletas y marcharse a su casa. El que estaba errado era yo, hasta luego, que pase el siguiente. Pero eso casi nunca ocurre. Además, aunque sólo sea por vivir en este mundo y escuchar a sus semejantes, tienen que percatarse de que la conciencia política de una parte de los electores es, sin lugar a dudas, sorprendente.

No hace mucho, en medio de una conversación de andar por casa sobre intención de voto, una señora de sesenta años dijo que ella había votado siempre al mismo partido, porque su padre también lo hacía y a uno le queda “esa cosita”. El asunto debería ser objeto de estudio por parte de analistas y directores de campaña. A lo mejor se convierte en la piedra filosofal de las victorias electorales. Pocas acciones habrá que garanticen más fidelidad y tan prolongada que “esa cosita”.

Lo curioso es que en el transcurso de esa misma charla, otra persona, un chaval de veintitantos, dijo que en España debería gobernar el Rey. Más tarde, añadió que tampoco estaría mal que volviese Franco para poner orden. En su descargo habría que añadir que no había demasiada convicción en sus palabras. Parecía más bien un ejemplo del sano ejercicio de ‘falar por non estar calado’. Afortunadamente para él, no llegó a conocer los tiempos de la dictadura. Parece evidente, en cualquier caso, que preferirá democracia a república.  

Obras son amores

Obras son amores. La conselleira Ethel Vázquez visitaba hace unos días las obras del Plan Paradai y anunciaba que, al menos la fase que está en ejecución, estará terminada en breve. Fomento cerró ayer el enlace de la glorieta de Nadela con la A-6 para construir el entronque con la futura autovía Lugo-Santiago y el Ayuntamiento, que está también está trabajando en Fontiñas, anunció la repavimentación de dos tramos de la Ronda. Está bien que se hagan cosas para mejorar. No conviene ser desconfiados, nada tienen que ver todos esos proyectos con la proximidad de dos convocatorias electorales.

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