Opinión

¿Trabajadores o esclavos?

COMO GUSTAR, gustar, a nadie le gusta la huelga, pero tampoco a nadie le gusta ir al dentista, y cuando las cosas de la boca se ponen chungas, va. Para los trabajadores forzados por las circunstancias a declararse en huelga, ésta es el último recurso, y en ocasiones el único, para defender sus derechos y sus reivindicaciones, corriendo el gasto de su cuenta por la pérdida de jornales y por las represalias que a menudo sufren por llevarla a efecto. Para los patronos, para los empresarios como se les llama ahora, tampoco es un plato de gusto para sus intereses, y para los ciudadanos eventualmente afectados por la huelga, una incomodidad o un perjuicio. Sin embargo, sin el derecho a la huelga, uno de los seis o siete fundamentales, no hay democracia, sino tiranía.

Se observa cómo en los últimos tiempos, con la demonización de los sindicatos y de los piquetes informativos, así como por las molestias que comunmente genera en la población, se tiende desde el Estado, bastante plutocrático de suyo, a desacreditar la huelga y a punirla por lo gubernativo o por lo judicial, de modo que en ésta atmósfera democráticamente regresiva no puede contemplarse sino con inquietud la reciente sentencia del Tribunal Supremo que quita la razón a unos trabajadores a los que la Audiencia Nacional se la había dado previamente.

Es cierto que el caso concreto sentenciado por el Supremo, el de unas empresas que contratan a otra para montar unos andamiajes, y que la descontratan y contratan a otra del ramo por declararse los trabajadores de la primera en huelga, no entra inequívocamente en el infame terreno del esquirolaje, pero también lo es que se queda en el umbral y con un pie dentro. De la lectura detenida de la sentencia, que ha necesitado de una nota aclaratoria del Supremo por la alarma creada, se pueden deducir argumentos legales y razones jurídicas que la avalan, pero también otros y otras que la ponen en solfa, pues por el contubernio de las empresas los trabajadores quedaron inermes por la sospechosa desactivación de sus reivindicaciones.

Pero sentencias aparte, no se olvide nunca que sin derecho a la huelga, o constreñido o descafeinado este, no hay trabajo, sino esclavitud.

Comentarios