Opinión

Pongamos que apagas la TV

La Feria Internacional del Turismo en Madrid (Fitur) nos ha impregnado de un baño viajero en este desierto de ir a ninguna parte desde la comunidad de vecinos, desde la capital que nos alberga o desde el país que nos representa. Nadie duda que el stand de Galicia sea un referente cada año, y los premios cosechados en la 42ª edición vienen a confirmarlo  oficialmente al distinguirlo como el expositor con más actividad y que ha recuperado los pasados encuentros profesionales.

El escaparate físico en Fitur  ha sido reconocido por la feria de Ifema como el Mejor de las Comunidades Autónomas; pero a nadie pasa desapercibida la fuerza que le acompaña del Camino de Santiago, en un año que llega con los mejores fuegos artificiales como escaparate del Xacobeo 2022. Una continuidad de lo que no pudo ser y está en puertas de sprintar.

La alegría, el movilismo y el color de las bellezas paisajísticas sembradas en la Feria Internacional del Turismo se vienen a empaquetar con la recomendación de no ver las noticias televisivas. Los psicólogos así lo recetan y la población se resiste a que las batas sigan influyendo en sus emociones y en la educación familiar. La incidencia avasalladora de lo que viene en llamarse nueva programación se escribe con títulos que dominan, sobre todo, en las cadenas privadas con nombres como Gran Hermano y demás variantes, y que se amplían  a los espacios informativos, que hasta hace unos años dignificaban a la firma que representaban. 

Tenemos un arma en casa sin estar en conflicto alguno y nos apunta a discreción con estímulos visuales y auditivos y en la mayoría de los contenidos sin ningún rigor científico ni ético. Todo ello está en todas las conclusiones que influyen en lo que percibimos y cómo lo percibimos. Hay imágenes que hacen subir la bilirrubina de las buenas relaciones entre los distintos sectores de la sociedad española y ahí está el diálogo entre el presidente del Gobierno y representantes religiosos por la inmatriculación, que pone en valor los criterios del diálogo y el entendimiento.

Retroceder, mirar atrás, ir al primero que inscribió la finca  que no estaba previamente inscrita en el Registro de Propiedad de manera individual no debe suponer mala fe y escenifica buscar encuentros en un momento en que otras realidades como la Ley de Vivienda o la reforma laboral luchan por parecer; aunque no sean. Y aparentar es lo que importa, porque otras realidades por más que golpean a los ciudadanos ya no son eco de actualidad.

Mirar a ese hombre de 77 años que sigue en la cárcel por defenderse con una escopeta en su casa en Ciudad Real, o a los okupas aferrados a la propiedad de otros o a un Biden en horas bajas de popularidad un año después de su mandato, ponen la imaginación en el paraíso al rechazo de lo que vemos.

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