Opinión

El cortejo ya está aquí

LA PRIMAVERA se huele, se siente y se deja ver. Está a las puertas de invadir los próximos meses y ni pregunta ni contesta a interrogantes. Asoma pruebas y síntomas de que llega floreciendo en prímulas y narcisos, las primeras caras del bombardeo con que amenaza la siguiente etapa del año. En la preparación está el éxito y la batalla del color en la naturaleza es ya de nivel pre primaveral. La estación que nos va a alcanzar tiene misiles conocidos como la flor de la vida y observar a los pájaros nos  pone en evidencia que lo que vemos en ellos es también realidad humana.

El cortejo ha empezado entre ellos, hay picotazos amigos, otros que provocan respuesta, se ven alas en posturas artísticas y siempre movimientos con pasos educados y estudiados, todo para conseguir el objetivo porque el nido espera. Algunos hacen el ponedero antes de cortejar sabiendo que son sumandos en la categoría del lucimiento y en la de reclamación territorial. Empiezan a oírse búhos, que llaman por la noche, anunciando la estación que se aproxima. El pájaro carpintero no sólo picotea para hacer su hogar sino para  demandar la atención de una mirada que recoja lo que hace y cómo lo hace. Los comportamientos de cortejo en la naturaleza del momento sirven también para semejar la parte geopolítica nacional  e internacional de este planeta convulso, conquistado, invadido y dominado por las fuerzas menos naturales.

Las estaciones cambian y con ellas las personas con sus comportamientos y, por supuesto, el mundo animal. A los machos les brilla más el pecho. Es ocasión de mudar las plumas, algunas se transforman tanto que a menudo resulta difícil reconocer al mismísimo jilguero. Esconderse debajo del plumaje  es vulnerable disfraz cuando lo que se oye termina desvelando la verdadera naturaleza de la apariencia.

Para formas y figuras las fallas valencianas vienen a poner aspecto y semblante a la condición que nos toca vivir. Son las chirigotas humanas, las viñetas que se queman y el aliento más profundo de lo que se vive. Fueron las primeras fiestas multitudinarias anuladas con la pandemia covid-19 y vuelven para poner su gala al servicio del humor, la caricatura y el espectáculo pirotécnico con efectos de luz, color y sonido. Hay indultado, como en la actualidad que nos rodea, y ruido que viene a mezclarse con la polvareda de la mascletá. Las Fallas de Valencia llevaban dos años sin celebrarse por la pandemia y el sentido de la espera las convierte en deseadas. Quemar lo inservible no parece tener mérito y  hacerlo con lo nuevo y el talento artístico va más allá del sentido racional. Menos mal que nos queda el cortejo.

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